martes, 12 de julio de 2011

¿QUÉ HAY TRAS DE LOS MUROS?

Desde que una lejana noche de tormenta y granizo, arrebujado con una manta junto a la cocina de carbón, descubrí un poema en el que se hablaba de Boabdil y de su desconsolado llanto ante los muros de Granada, cualquier obstáculo material no previsto suele remitirme a imágenes de sentimientos encontrados.
Un suponer, la Muralla China, con la que se trataba de aislar el antiguo imperio y que ahora es uno de los iconos turísticos del régimen comunista/capitalista en la cada día más envidiada República Popular. Más cercana en el espacio pervive la Muralla romana de Lugo, pero qué quieren que les diga, pese a los incomprensibles hermanamientos puestos de moda a finales del pasado siglo XX ¿cómo comparar los 8.851 kilómetros de los que tanto presumen los chinos con esos exíguos 2.263 metros amurallados de nuestros primos/hermanos gallegos?.
He de reconocer no obstante, y me disculpo por ello, que la construcción defensiva que más me impresionó fue el Muro de Berlín, iniciado a toda prisa un 13 de agosto de 1961 y que no comenzó a derribarse hasta el 9 de noviembre de 1989. Me impresionaron sus piedras, sus ladrillos, su cemento, pero sobre todo aquellas alambradas de espinos y unos hierros retorcidos que pretendían simbolizar la defensa frente al capitalismo y que no hicieron otra cosa que apagar los ya escasos rescoldos del fuego comunista.
¿Y qué decir de la inmoral barrera que desde hace tiempo construyen los judíos israelitas en Cisjordania? Al final serán cerca de 700 kilómetros de muro, una parte de ellos de hormigón, pese a que la ONU ha condenado reiteradamente semejante atrocidad (la última votación registró 144 votos a favor de paralizar el muro, 12 abstenciones, y tan solo 4 en contra).
Y en esto que llegó un señor llamado Vicente Gotor, a la sazón Rector de la Universidad de Oviedo y a quien se supone -ilusamente, por lo que se ve-, alejado de cualquier populismo de tres al cuarto. Según sabemos, el señor Rector ha decidido levantar un muro en torno a La Escuela Universitaria de Marina Civil ante la próxima celebración en sus aledaños de la Semana Negra, uno de los principales polos de atracción cultural y festiva del verano gijonés y asturiano. Dice el Rector que "los profesores están preocupados (ante la celebración de la Semana Negra) y quieren protegerse". Dios santo pero ¿de quién o quiénes quieren protegerse estos profesores? ¿de los escritores que participan en los actos culturales? ¿de los fotógrafos que organizan allí exposicones? ¿de los cantantes y grupos musicales que actuarán allí?. Alguien me sopla por lo bajini que aún sin reconocerlo estos "indignados" profesores de la Escuela de Marina Civil, con su Rector a la cabeza, a quien temen de verdad es al público que asistirá un año más a este festival multicultural, es decir, a quienes de verdad temen es a esos miles de personas que año tras año dan vida a una parte lúdica, alegre y comprometida de la vida que nos ha tocado en suerte. Son unos tristes, y lo que es peor, con su actitud han conseguido que la gente haya echado a volar la imaginación tratando de entender qué es lo que quieren proteger en realidad, y sobre todo, qué es lo que se supone que puede ocurrir... ¿asaltos nocturnos a la Escuela por grupos de semaneros negros borrachos? ¿ataques salvajes por parte de grupos de indecentes enemigos de la Universidad? ¿creen que les van a robar las ideas, el trabajo y el esfuerzo investigador?.
Para construir la Muralla China perdieron la vida diez millones de trabajadores/esclavos; el Muro de Berlín, amparándose en la guerra fría, pretendía impedir la invasión del capitalismo, y el resultado fueron varios centenares de muertos, millones de personas secuestradas en sus casas, en sus calles, durante 28 años, y que hoy el souvenir más demandado en Berlín y cercanías sean minúsculos trozos del Muro a 12 euros la pieza.
Nunca un muro fue la solución a las discrepancias, y mucho menos a los miedos propios o ajenos. Y lo que es peor, como bien sabemos por Pink Floyd gracias a su particular "The Wall", todos los muros conducen al aislamiento, e incluso en ocasiones a un mundo de fantasía autodestructiva.
Por cierto ¿De dónde saldrá el dinero para pagar ese Muro que separará durante la Semana Negra a la Escuela de Marina Civil del rojerío cultureta y pendenciero? ¿Cuánto va a costar semejante desbarío?