viernes, 21 de octubre de 2022



En memoria de Manuel Vázquez Montalbán y su "Diccionario del franquismo"

CUANDO ESTAMOS PERDIDOS

Y, ADEMÁS, RODEADOS



Por PEDRO ALBERTO MARCOS

Recientemente Maruja Torres nos puso sobre aviso en su cuenta de twiter: se han cumplido ya 19 años de la desaparición de Manuel Vázquez Montalbán, periodista, poeta, ensayista, escritor, columnista, gastrónomo y político antifranquista crecido en el comunismo de resistencia, todas claras muestras de sus enormes potencialidades creativas mostradas durante su corta vida de 64 años. Les resumo el breve y sentido relato de Maruja en la red social:

“La mañana que supimos que Manuel Vázquez Montalbán había muerto: era temprano, yo salía de la ducha, sonó el teléfono, era mi medio hermana, creo que grité cuando me dio la noticia. Casi inmediatamente sonó el telefonillo, era Xavier Vidal-Folch, que vivía cerca. No pude abrir la puerta desde arriba, bajé en albornoz, descalza, los pies mojados. No sabía a dónde acudir, dijo él. De lo que siguió (aquel absurdo de que su cuerpo estuviera volando con los pájaros desde Bangkok) sólo recuerdo una nebulosa. Es la forma de la pena y, también, la del desamparo. Con Manolo muerto, quienes habíamos crecido bajo su generoso ramaje intelectual y moral sabíamos que nos habíamos quedado sin su brújula. Desprovistos, de súbito. Lo sabían también sus adoloridos lectores. Por eso hoy, Manolo, 19 años después, te lo digo todo con una frase tuya: Estamos perdidos y, además, rodeados”.

El quejío de Maruja Torres nos recordaba así la abrupta noticia llegada desde los Mares del Sur aquel 18 de octubre de 2003, situando el deceso en el aeropuerto de Bangkok donde Montalbán estaba a la espera de embarcar hacia España tras impartir una conferencia en Sydney, punto final de un apretado recorrido por algunas universidades de Australia y Nueva Zelanda. Según la policía tailandesa, un fulminante infarto de miocardio acabó con su vida. Los periódicos recordaron entonces que había sido operado del corazón nueve años antes implantándole cuatro bypass.

Ajeno a este triste aniversario, el pasado mes de agosto cayó en mis manos un librito titulado Diccionario del franquismo, editado por Dopesa en el año 1977 y del que Vázquez Montalbán era autor (1).

Era aquel un tiempo en el que aún se iniciaba en España el agitado (y ahora discutido) camino hacia la democracia y la figura del dictador, Francisco Franco, fallecido poco más de un año antes, era tratada aún con exquisito cuidado en muchos ámbitos de una sociedad mediatizada por el miedo al pasado y las dudas de un futuro incierto. De ahí el valor de un texto que intentaba desmenuzar la radiografía de la dictadura y las sombras de sus protagonistas proyectadas sobre una transición compleja y difícil, que exigía además una apresurada puesta al día de nombres y conceptos hasta entonces solo susurrados bajo la clandestinidad más estricta o desde el cuarto trastero de lo políticamente correcto, cuando no olímpicamente ignorados. 

Títulos como ¿Qué es la democracia? o ¿Qué es el socialismo? estaban también entre aquellas publicaciones que actuaban como manuales de urgencia frente a la inveterada obsesión del régimen por impedir cualquier atisbo de racionalidad y participación política. En última instancia, el manoseado “haga usted como yo, fulano de tal, y no se meta en política”, que Franco había recomendado a uno de sus fieles, al parecer inquieto ante las inevitables luchas intestinas en la cúspide del régimen, era algo más que un consejo hipócrita por parte del generalito que actuaba despóticamente desde el palacio de El Pardo.

Entre esos libros de pocas páginas y lectura rápida estaba el mentado Diccionario del franquismo, con mucho el más interesante, ya que Montalbán desplegaba en él un profundo conocimiento de la dictadura y de los nombres que eran su imagen pública habitualmente jaleados por el “NO-DO” en las salas de cine y sobre todo en los telediarios de blanco y negro.  

Periodista curtido en mil batallas, Vázquez Montalbán mostraba en el diccionario los entresijos del poder controlado por Franco, aportando no solo información sino también buenas dosis de socarronería, no exenta de acidez y humor negro, ya experimentados junto a otros rojos de postín en las redacciones de las revistas “Hermano Lobo” y “Triunfo”, en este último caso bajo el manto protector de Eduardo Haro Tecglen.

LOS ASTURIANOS DEL DICCIONARIO FRANQUISTA:

LA COLLARESALONSO VEGA, DOÑA RAMONA 

Y FELIPE POLO

En las 95 páginas del libro aparecen un reducido grupo de asturianos que por unas u otras razones jugaron un relevante papel al lado de Franco.

El primero es Camilo Alonso Vega (1889-1971), amigo personal del dictador y africanista como él. Durante la guerra la actuación de la tropa bajo su mando fue decisiva en la batalla de Brunete (Madrid). Fue ministro de la Gobernación en 1957, aunque su carrera se desarrolló sobre todo dentro de la Guardia Civil, cuerpo del que fue director general y al que convirtió en una importante máquina represiva frente a los guerrilleros y a los militantes clandestinos que seguían defendiendo la legalidad republicana. 

Prueba de la importancia de Camilo Alonso Vega entre quienes gozaban de la total confianza del dictador es la referencia que hace Montalbán a su papel dentro de la ideología franquista: “… en aquel edificio artificial, pragmático y dúctil que empezó a construirle Serrano Suñer durante la guerra y que luego continuó consolidando el propio Franco, sus colaboradores más próximos fueron Carrero Blanco, Blas González y Alonso Vega”.

Hombre temperamental, muy a la usanza fascista, su esposa, conocida en Asturias como doña Ramona, formaba parte del grupo de acompañantes habituales de Carmen Polo, la esposa de Franco. Durante su etapa de ministro tuvo como colaboradores a otros dos fascistas notables, Antonio Carro y Carlos Arias Navarro.


                                   Camilo Alonso Vega, con uniforme de gala

Otro personaje asturiano relevante citado por Vázquez Montalbánes es Felipe Polo, durante muchos años el secretario particular de Franco, pero del que apenas si existe documentación gráfica. Felipe era hermano de Carmen Polo, la esposa del dictador. 

Precisamente a Carmen Polo, también conocida popularmente por la collares, dada su afición por llevarse las joyas de las tiendas ovetenses sin pagar, le dedica Montalbán especial atención:

Polo de Franco (Carmen), nacida en el año 1900. Esposa de Francisco Franco Bahamonde. Hija de una acaudalada familia asturiana de tradición liberal, tuvo que vencer alguna resistencia familiar para mantener relaciones con el tenientín Franco. La rápida y brillante carrera militar africana del pretendiente facilitaron las cosas y el matrimonio se celebró con el padrinaje delegado del mismísimo rey Alfonso XIII. Desde 1939 a 1975, doña Carmen Polo de Franco se convirtió en la primera dama del Estado español, cumpliendo el papel con una total discreción política, según correspondía a la imagen oficial de la mujer española instituida por el franquismo: ama de casa, madre virtuosa, comprensiva compañera del hombre en el duro quehacer cotidiano. Su largo aunque interino paso por el gran mundo, culminó con la boda de su nieta María del Carmen Martínez Bordiu con un príncipe auténtico de la casa de Borbón: don Alfonso de Borbón y Dampierre”.

Carmen Polo lideró por otra parte la llamada “camarilla asturiana de El Pardo”, de la que formaban parte todos los ya citados: su hermano Felipe,  Camilo Alonso Vega y doña Ramona.

       El dictador y su esposa Carmen Polo, conocida como "La collares"

DEL FANATISMO FALANGISTA 

AL PAPEL DE ESTRAZA, 

PASANDO POR EL COLABORACIONISMO SILENTE

¿Qué sentido tiene fijar hoy la mirada en este Diccionario del franquismo escrito hace 46 años? En mi opinión mucho y muy potente, porque recuerda dónde están los orígenes de una extrema derecha ahora emergente y quiénes fueron sus parientes y beneficiarios en el aquelarre de una dictadura estúpida, miserable y cruel; también porque el color raído de la portada de este libro, esa cercanía táctil al inolvidable papel de estraza, sus imágenes que remiten a la fotografía oficial del régimen en los años 40, 50 y 60 del pasado siglo XX, y sobre todo su texto directo y descarnado, ayudan a transitar por el viaje ético y estético de un pasado que muchos siguen queriendo ocultar, no solo para sepultarlo en el olvido sino también para negar que en España hubo un largo tiempo de silencio en el que aquel mirar despectivo y chulesco de los afectos al régimen hacia quienes se situaban frente a la dictadura, contó con la militancia fanática del falangismo “de la primera hora” y con el colaboracionismo silente de muchas personas. Era la cultura política de “los buenos” y “los malos”, algo que aún hoy sigue latente en un sector de esa España que sigue negando el pasado antidemocrático que propició un fallido golpe de estado contra la República en 1936, como si la batalla del Ebro, el asedio de aquel Madrid “capital de la gloria”, el asalto de Oviedo, el millón de muertos o los cientos de miles de exiliados no fuesen otra cosa que la vulgar lucha cainita entre hermanos, las secuelas de un desvarío incontrolable o un simple y trágico error genético. El bien contra el mal. Y como fondo del cuadro la estela que aún sobrecoge hoy a una parte del Partido Popular, esa derechita cobarde, de la que VOX es el auténtico y genuino refugio ideal. 

Hay otras lecciones no despreciables que sugiere la lectura de este diccionario como el cinismo de quienes se acostaron una noche con la camisa azul puesta y se levantaron desnudos al día siguiente henchidos de fervor democrático. A fuer de ser injustos, hasta Adolfo Suárez, que era el secretario general del partido único creado por Franco, el Movimiento Nacional, se sintió obligado a darles un corte de mangas a las irreductibles viejas glorias -incluido el impetuoso y olvidadizo Manuel Fraga Iribarne- y así el de Cebreros figura hoy en el frontispicio de la Transición con un reconocimiento general a pesar de que el periodista asturiano Gregorio Morán le dio leva hasta cansarse en su magnífico libro titulado “Historia de una ambición”.



      Portada del libro de Vázquez Montalbán publicado en el año 1977


UNA CIUDAD VENCIDA 

DE UN PAÍS OCUPADO

Al principio del diccionario, Manolo Vázquez Montalbán resumía sus orígenes con estas palabras: “hombre nacido en un barrio de supervivientes, ubicado en una ciudad vencida, capital de un país ocupado”, pero su biografía en modo alguno podría reducirse a tan breves líneas. El joven periodista que era Montalbán en el año 1962 le permitió vivir intensamente las huelgas mineras de Asturias, considerada como la primera gran movilización obrera contra el franquismo tras la guerra y que en Barcelona provocó una revuelta estudiantil en la que participaron un centenar de jóvenes que gritaban: ¡muera Franco!, ¡Asturias, sí! y ¡huelga general! Buena parte de aquellos rebeldes fueron detenidos y trasladados a la cárcel Modelo de Madrid, donde algunos, entre ellos Vázquez Montalbán, fueron torturados por la Brigada Político Social. En el juicio al que fue sometido posteriormente le acusaron de ser un “un elemento de extrema izquierda, rozando el filocomunismo” (él militaba entonces en el Frente de Liberación Popular, el FELIPE). Le cayó una condena de tres años de cárcel, de los que cumplió 18 meses en la prisión de Lleida, siendo finalmente indultado por la muerte del papa Juan XXIII. Salió en libertad en octubre de 1963. Durante aquel tiempo en la prisión escribió su Informe sobre la información, un texto que años después fue obligatorio en las Facultades de Periodismo y que a mí me tocó   estudiar en la Facultad de Lejona, en Bilbao, por entonces una delegación en el Pais Vasco de la de Bellaterra.

 

(1)      En el año 2019, con el espíritu del cadáver de Franco revoloteando aún por el Valle de los Caídos, la editorial Anagrama publicó una nueva edición del “Diccionario político del franquismo”, prologada por el filósofo Josep Ramoneda.