miércoles, 5 de mayo de 2021

NEL AMARO: el renovador del teatro asturiano... que fue también díscolo, socarrón y comprometido


Por PEDRO ALBERTO MARCOS

La Selmana de Les Lletres Asturianes rinde este año un merecido homenaje al escritor Manuel Amaro Fernández Álvarez -Nel Amaro por su nombre de guerra artístico- quien, por motivos que sería muy largo explicar aquí, no gozó en vida del reconocimiento que está recibiendo después de su muerte, de la que acaban de cumplirse diez años. 

No hay sorpresas: la tradicional sima entre los creadores de ese magma incandescente que llamamos cultura y quienes la tutelan forma parte de un paisaje suficientemente conocido, si bien conviene no olvidar que Amaro atesoraba una serie de méritos tan propios y excepcionalmente singulares que aún tardarán en valorarse en su justa medida. O desaparecer para siempre, quién sabe. Sea como fuere, reconocimientos como los impulsados durante los últimos años desde la Academia de la Llingua o desde Laboral Centro de Arte, a los que se añade ahora la decisión de homenajearle recuperando una pequeña parte de su ingente obra, tal como ha hecho la Conseyería de Cultura, Política Llinguística y Turismu en esta Selmana 2021, son sin duda buenas noticias. 

Pidiendo disculpas por adelantado a quienes están en disposición de reflejar con más documentación, conocimiento y experiencia lo que significó Nel Amaro para la cultura asturiana, permítanme dos apuntes sobre este autor mierense. 

El primero pude recuperarlo recientemente a petición del catedrático de Literatura Benigno Delmiro Coto cuando preparaba su libro La rebelión de la cultura en Asturias (1), mientras que el segundo está relacionado con la generosa entrega del escritor a la defensa de la heterodoxia frente a lo políticamente correcto y con la complejidad de su pensamiento de creador siempre dispuesto al riesgo. 



CON NEL AMARO 

COMIENZÓ  UNA NUEVA ETAPA

DEL TEATRO EN LENGUA ASTURIANA

En el año 1977 directivos del Club Cultural de Tudela Veguín me invitaron a dar una conferencia sobre Federico García Lorca, aprovechando que el grupo de teatro de la asociación, BOX, había preparado un modesto, pero significativo y emocionante recitado poético en memoria del autor granadino. En una conversación posterior, los integrantes de aquel incipiente grupo teatral me confesaron que aspiraban a contar con un director que les ayudase a mejorar su técnica y abordar objetivos más ambiciosos. “A ser posible, en lengua asturiana” me dijeron. De inmediato pensé en Nel Amaro pese a que no había en el ofrecimiento contrapartidas económicas, pues conocía muy bien su voluntad de trabajar en proyectos a los que entregarse con toda ilusión. Le llamé, nos vimos en Mieres, le hice un esbozo de la idea y, aunque que el compromiso conllevaba tiempo e incluso gastos de desplazamiento, su respuesta fue clara: “Vale, Perico, voy, hablo con ellos y ya vemos qué se puede hacer”. Como era previsible, habló y se quedó. 

De aquella relación entre Amaro y el grupo BOX nació un primer proyecto, “Les corales d’Asturies entá son de ñebe”, basado en la obra de Albert Camus sobre la Revolución asturiana de Octubre de 1934. Pasadas algunas semanas, Amaro me comentó que los ensayos no iban bien, pero no por culpa de los actores, sino porque la creación colectiva que Camus había resumido en Révolte dans les Asturies presentaba algunas dificultades que creía insalvables, y, como desde hacía tiempo le rondaba por la cabeza ofrecerles otro texto escrito por él, titulado “Xénesis o alborá de la conciencia, decidió un tránsito tranquilo compaginando el ensayo de las dos obras, aunque finalmente se quedaron solo con una.  Aunque Nel Amaro no fue consciente entonces -junio de 1979-, el estreno de Xénesis… en La Felguera, dentro de la VI Semana de Teatro de Langreo, sería un punto y a parte en la historia del teatro en lengua asturiana, inaugurando una nueva etapa. (2) 

Cuando Benigno Delmiro me pidió datos para su libro sobre las asociaciones culturales recuperé éstos y otros apuntes personales sobre Amaro y también una reseña que creía perdida de la que es autor el profesor de Filología Griega en la Universidad de Extremadura, Ramiro González Delgado (3), quien decía así:

Nel Amaro fue el renovador del teatro asturiano, pues introdujo de lleno las corrientes innovadoras del siglo XX en un género todavía anclado en el costumbrismo decimonónico. Este autor (…) presenta unas puestas en escena rompedoras y sus temas están socialmente comprometidos”. 

Pese a que la memoria se hace frágil con el paso del tiempo, hay escenas que, aun borrosas, no pierden su interés y sentido, conjugando la soledad de los corredores de fondo (teatreros sin más) y la marabunta que a veces reinaba en aquellas mesas redondas que en los años setenta del pasado siglo eran tan frecuentes y que, en cierta medida, alentaban nuestro vivir. Pola de Siero, local sin calefacción pese al duro invierno, salón casi vacío de público. Amaro, a quien los organizadores ni siquiera habían tenido a bien invitar a la mesa, en la que abundaban efímeros sabelotodo que nunca habían pisado un escenario, musitaba socarrón a mi lado en la última fila de butacas, la de salir corriendo: 

-¿Y éstos quiénes son? ¿plumillas como tú?... No los conozco, pero vese que saben la de Dios. Parezme que voy fichalos.


UN LARGO RECORRIDO POR CUENTOS

NOVELAS, POESÍAS Y TEATRO  

QUE CULMINA EN LAS PERFOMANCES

El segundo apunte, ya en un ámbito más emocional, está relacionado con la generosa entrega del escritor a la defensa de la heterodoxia frente a lo políticamente correcto, pero también con la nunca recocida, e incluso despreciada, complejidad de su pensamiento de creador incontenible (4).

 Apátrida, preso político, al igual que sus padres Encarna y César y su hermana Mari Luz durante la última etapa del franquismo, cuando aún la dictadura era capaz de fusilar a los disidentes, Nel Amaro había iniciado su acercamiento al teatro en el año 1966, tanto por razones políticas (el PCE) como culturales (la Asociación Amigos de Mieres) (5). La primera obra en la que trabajó era de Fernando Arrabal, autor prohibido en España por entonces, y la segunda un drama de gran dureza firmado por Juan Benet, Anastas o el origen de la Constitución. Dos experiencias que desembocaron en una decisión personal que marcaría buena parte de su futuro como creador: escribir obras de teatro y dirigirlas. De alguna manera, era también un acercamiento al impulso regenerador de lecturas que le fueron propias en la primera juventud, desde la Institución Libre de Enseñanza a La Barraca del periodo republicano, pasando por Lorca y una suerte de dadaísmo inconfeso, hasta llegar a la poesía visual de Joan Brossa, no como final, pero sí como un importante punto de destino. 

En ese caminar, Amaro regalaba a propios y extraños la viva imagen del teatrero bonachón que en los momentos de relajo, duda o desconcierto gustaba de mesarse sus barbas, tras las que muchos sospechábamos que escondía algo más que un rostro: tal vez un paisaje imposible por el que correteaban perros como “Pulgu”, a quien elevó a los altares de la dignidad literaria como acompañante fiel; o los paxarinos que habían buscado cobijo en su alma ya desde niño, allá en el pueblo en el que nació, Santa Rosa, y que permanecían a la espera de que el escritor los liberase en forma de sonidos, gestos, y sobre todo palabras. Comenzó con la poesía y el teatro, con las crónicas plenas de arrebato en los fanzines, y con una obsesión a la que no renunció nunca: llevar la cultura a los barrios, a los pueblos, y retroalimentarse con su aliento. Con la paciencia de los perdedores, junto al micromundo del teatro fue aprehendiendo versos, cuentos y novelas, hasta situarse en el límite mismo de la creatividad artística. Es en ese ámbito en el que la automarginalidad consciente y buscada de Amaro favoreció un tránsito que fue alejándole de las estructuras teatrales clásicas para ir ganando espacio en otros territorios. Admiraba el teatro de calle, ya fuese la trepidante Curuxa Enfocicá, o la calidad mostrada por Margen, y, de allí, al clown que va alejándose poco apoco del actor hasta dejarse arrastrar por el público, por sus reacciones (alguien lo llamó “honestidad escénica”), regalando risas, con ejercicios de magia imposibles, cambiando el tono de voz para despertar nuestros ojos ensimismados, y, finalmente, creando perfomances en las que, barajando elementos muy distintos a través de un hilo conductor, era capaz de sorprender incluso a sus seguidores más avisados. 

Pero un día llegó el comandante y mando a parar. Amaro murió el 4 de abril de 2011, diez días antes de actuar como pregonero en la Fiesta del Oso republicano de Cangas de Onís. Era sin duda el bufón ideal para una fiesta en la que la memoria histórica reclamaba su concurso utilizando chanzas repletas de humor vitriólico hasta dejar desnudo al rey. No fue posible, pero sí en cambio que le enterrasen con la bandera tricolor.

 

(1)      La rebelión de la cultura en Asturias. Las sociedades culturales frente al franquismo de Benigno Delmiro Coto. Páginas 171 y 172. Fundación Juan Muñiz Zapico. KRK Ediciones, 2019

(2)      Ese mismo año, 1979, Amaro recibió el primer galardón importante de su trayectoria como autor, el Premio de Guiones de Teatro “Soto Torres”, convocado por el Ayuntamiento de Langreo.

(3)      Ramiro González Delgado, autor del trabajo titulado Tradición clásica del teatru de Nel Amaro. Octubre, 2015 

(4)      En este apartado resulta imprescindible citar a algunas personas que  a través del conocimiento y/o la amistad, han sido capaces de situar la obra creativa de Nel Amaro en su verdadero contexto, sobre manera, José Luis Campal, Ernesto Burgos y Xandru Fernández.

(5)      Páginas 6 y 7 del boletín El Teatro Asturiano, hoy. Editado por el Ayuntamiento de Langreo. Junio, 1980

 NOTA.- Una versión más reducida de este artículo la publicó el diario El Comercio en la edición del 5 de mayo de 2021 en las páginas de OPINIÓN