jueves, 22 de marzo de 2018

MAPAMUNDI (de la censura)

Resulta que una de las redes sociales mas celebradas, Facebook, creada inicialmente para que los estudiantes de Harvard se pasasen los apuntes de clase e intentasen ligar con rapidez -un origen por tanto a caballo entre la vagancia secular de los listos y los impulsos sexuales de la alegre muchachada-, esta red 
social, digo, resulta que reniega ahora de sus orígenes y saca a pasear la flamígera espada censurando todo cuanto se pone a tiro, ya sean fotos, pinturas, películas o canciones. Lo último, el cuadro de Delacroix en el que la Libertad guía al pueblo con... ¡los pechos desnudos!. Un director de teatro la había utilizado en las redes sociales para promocionar un montaje, pero Facebook la censuró. Hace meses le ocurrió lo mismo a un internauta que había publicado en su muro la foto del cuadro titulado "El origen del mundo", de Courbet, en el que, válganme los santos del cielo y los dioses del Olimpo, se mostraba nada más y nada menos que el sexo femenino. Y no quisiera lo que se dice vulgarmente "rajar la chiva" pero he de recordar a mis amigos, enemigos y deudos que hace poco más de dos meses con motivo de la desaparición de Interviú, aquí, el menda, también fue objeto de las iras censoras del face cuando colgué un comentario sobre el cierre de la revista, acompañado de una bellísima portada en la que la ex cantante y ex actriz Marisol mostraba sus pechos. Los censores me castigaron entonces a una pena de cuatro días en la mazmorra del silencio, sin poder escribir en mi muro. Juro que lloré lastimeramente, que supliqué el perdón de aquel pecado con un firme propósito de la enmienda, pero los señores censores no se dieron por enterados. Estarían viendo más carne potencialmente censurable, supongo. Las tetas, el bello púbico del sexo, los muslos, los hombros, la boca, los labios, las orejas, las pantorrillas, el culo (¿colará si digo "pompis" como hacía la chacha?), los dedos de las manos y los de los pies, los tobillos, los ojos -¡ay los ojos!-, y esa espalda de atraganto que a veces parece un tobogán de nieve en polvo por la que deslizarse sin remisión alguna. Todo, todo, incitaciones al desvarío. Un sin dios. Pero por fin lo veo claro: tienen razón los censores, hay mucho pecado incluido en ese impúdico despiece del cuerpo, arrastrando morbo hasta babear y exaltando nuestros sentidos, corre que corre al WC quién sabe a hacer qué cosas. Mi más sincero aplauso por tanto ante esa campaña que tiene como objetivo tapar todo y salvarnos así de las tentaciones irrefrenables. Seguro que el arzobispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, sabrá agradecérselo con sus plegarias. Amén.