jueves, 13 de junio de 2019

Para parar las aguas del olvido



JOSÉ MATA CASTRO: 
El comandante y guerrillero 30 años después

por Pedro Alberto Marcos

El pasado jueves, 13 de junio, se cumplieron 30 años de la muerte en Alès (Francia) de José Mata Castro, un asturiano nacido en La Llave (Güeria de Carrocera) el primero de enero de 1911, y al que las circunstancias de la convulsa vida de la primera mitad del siglo XX llevarían a protagonizar una de las resistencias más notables en la desigual lucha entre la clase obrera (la tantas veces mentada "famélica legión") y los poderosos de diversos signo encaramados en sus dineros y posesiones, más la inquebrantable complicidad de los púlpitos religiosos. 
Mata, que era minero, socialista y republicano, simbolizó durante un tiempo esa parte de la historia que nos robaron, luchando primero en la Revolución de Octubre del 34, más tarde en la terrible y dolorosa guerra de España desencadenada por el fallido golpe de estado fascista de 1936, para finalmente, tras el derrumbe militar republicano, refugiarse en los montes de Asturias durante once largos años en los que fue fugau, guerrillero, dirigente  sindical y reorganizador político. Once años, sí, día tras día (más de 4.000), mes tras mes (132), buscando una esperanza que se tornó imposible por la represión constante de la dictadura pero también por la actitud complaciente con Franco de las principales democracias europeas tras derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial. 
Durante ese periodo, y pese a las duras condiciones de supervivencia, Mata lideró el Comité de Monte creado por los socialistas para organizar la guerrilla; recuperó dentro del ámbito político la destruida Federación Socialista Asturiana; y propició la reorganización del Sindicato Minero de la UGT, el SOMA, al que se sentía especialmente vinculado por sus orígenes.
En octubre de 1948, a iniciativa de Amador Fernández Amadorín, y de Indalecio Prieto, se organizó desde Francia una operación que tenía como objetivo sacar a Mata y a sus compañeros del monte y evitar que como otros muchos guerrilleros acabasen en una tumba sin nombre, o en cualquier cuneta, vejados y convertidos por los propagandistas del régimen en vulgares "bandoleros". Tras salir de Luanco en un barco comandado por un nacionalista vasco llamado Lezo de Urreiztieta, lograron llegar a San Juan de Luz, iniciando así un exilio que se presumía breve, pues la idea de todos ellos y especialmente de Mata era regresar a la lucha en Asturias cuando las condiciones lo permitiesen, pero aquel exilio duró finalmente 28 años durante los que volvió a trabajar de minero y a seguir colaborando tanto en la reorganización de la UGT como del PSOE en el exterior.
Su regreso a España tuvo lugar en abril de 1976 cuando asistió como invitado especial al XXX Congreso de la UGT (el primero que se celebraba en España desde 1932), cinco meses después de la muerte de Franco. En aquel viaje tan cargado de emociones encontradas, Mata fue recibido por cientos de personas primero en Barcelona y luego en Madrid (con Felipe González y Alfonso Guerra encabezando una gran manifestación en la estación de Chamartín), reconociéndosele así su indiscutible papel como una de las figuras del socialismo español, ya fuese durante el periodo republicano, en la posterior lucha contra la dictadura franquista y en los años de exilio. De todas formas, el antiguo guerrillero antifascista no se consideró de vuelta a casa hasta que días después del congreso de la UGT pudo regresar a Asturias, pasear por las calles de Oviedo y sobre todo ir a La Llave, su pueblo, para reencontrarse con la familia y también con un entorno repleto de recuerdos y sensaciones tanto tiempo añoradas. 
A diferencia del recibimiento en Barcelona y Madrid, la presencia  de Mata en Asturias, sin llegar a ser descortés, sí que estuvo plagada de prevenciones y miedos, pues ni hubo actos multitudinarios ni tampoco grandes reconocimientos a su trayectoria por parte de quienes dirigían entonces la Federación Socialista Asturiana. Su actuación como guerrillero contra la dictadura franquista, aquella desigual lucha comandando un pequeño grupo de socialistas republicanos huyendo por los montes frente a quienes les superaban en número y en medios materiales, ya fuese la Guardia Civil, la Contrapartida, los chivatos, los espías, o los falangistas, quedaba sepultada por los informes convenientemente manipulados que figuraban en las comisarías franquistas, por los bulos, por la propaganda del régimen, y por el temor  existente aún en una sociedad que ciertamente intentaba romper con el pasado pero que aún desconfiaba de una transición que asegurase realmente la democracia y las libertades. No hubo reproche alguno, sin embargo, por parte del viejo cíclope. Es cierto que a Mata le hubiese gustado ser el alcalde de su pueblo pero al no encontrar la respuesta esperada, y pese a que sus visitas se hicieron frecuentes, la vuelta definitiva a Asturias dejó de ser un anhelo para convertirse tan solo en un sueño imposible. 

                    -CRONOLOGÍA DE UN CÍCLOPE-

  Mata tenía 13 años cuando comenzó a trabajar de "guaje" como ayudante de picador en el pozo Sotón; con 23 años asumió el mando de un grupo de mineros en la fracasada Huelga Revolucionaria de Octubre del 34; a los 26 se echó al monte para organizar la guerrilla tras caer el frente republicano en Asturias; cuando salió en barco hacia el exilio francés tenía 37 años; la primera vez que volvió a pisar su tierra, ya sin necesidad de ser un rojo clandestino, acababa de cumplir 65; finalmente, tras sufrir una enfermedad que le hizo nuevamente niño, murió en Francia a los 78 años. 



martes, 11 de junio de 2019

Ante el fallo del Premio Princesa de Asturias de la Concordia

SOBRE LA BRIGADA DE SALVAMENTO MINERO


Por Pedro Alberto Marcos

Esta semana se decide el Premio Princesa de Asturias de la Concordia y como muchas otras personas y colectivos semanas atrás he dado mi apoyo a la candidatura de la Brigada de Salvamento Minero, una propuesta impulsada por el Montepío de la Minería. 
Al final del breve texto que envié a quienes animan a este objetivo decía así:

"(...) Desde los ojos de la infancia, los de la Brigada de Salvamento eran seres extraordinarios que intentaban salvar las vidas de sus compañeros en condiciones muy difíciles. Pero fue luego, cuando como periodista me tocó informar sobre muchas tragedias ocurridas en las minas de carbón y en los chamizos, cuando de verdad comprendí su importancia y significado.
El Premio Nobel de Literatura Albert Camus habló de los mineros asturianos como cíclopes que salían de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo y, siendo eso cierto en 1934, así como posteriormente durante el franquismo, creo que los miembros de la Brigada de Salvamento son hoy el símbolo más auténtico y representativo de aquellos viejos cíclopes".

Y es que al margen de otras consideraciones, sin duda muy legítimas pero que no vienen a cuento, creo que ese Premio a la Concordia  para la Brigada sería el justo reconocimiento nacional e internacional a una labor de muchos años que quienes nos sentimos parte de la cultura minera conocemos muy bien.
Gran parte de mi familia asturiana ha estado ligada, de una u otra forma, a la industria del carbón: Mi abuelo paterno, Manuel Marcos Rosa, emigró desde el norte de Portugal para venir a Asturias y trabajar en una mina de carbón; mi padre, Emilio, fue picador en el pozo "Sotón" hasta que enfermó de silicosis; muchos de mis tíos, primos, vecinos y antiguos compañeros de escuela e instituto, han sido también mineros; mi mejor amigo -se llamaba Blas- y uno de mis tíos -José María Marcos- murieron en sendos accidentes en el interior de una mina; y como corolario he de añadir que los primeros quince años de mi vida se desarrollaron en un entorno impregnado hasta lo más profundo de esa cultura minera, pues la casa de mis padres estaba a apenas cien metros de una explotación minera, el pozo "Venturo", situado en El Valle de La Güeria, en San Martín del Rey Aurelio, precisamente el lugar en el que nació empresarialmente la explotación del carbón asturiano hace ahora 150 años con la mina Les Etelvines. 
Como apuntaba en el texto de apoyo, las circunstancias vitales y profesionales me llevaron a trabajar e informar sobre muchas circunstancias que de una u otra forma conformaron la historia dela industria minera asturiana en su etapa final, ya fuesen negociaciones de convenios colectivos, huelgas, manifestaciones, planes de futuro o simple y llanamente cierre de pozos; pero sobre todo puede volver a vivir de cerca algo que había formado parte de mi infancia, los accidentes en las minas, que aún hoy, pasados tantos años, aún acumulan en la memoria situaciones de extrema dureza, con horas, días y hasta semanas de angustiosa espera cuando tenía lugar en la mina un derrabe, una explosión de grisú, o cualquier otra circunstancia, sin saber nunca si habría o no supervivientes, cuántos los heridos, los muertos, las viudas y los huérfanos.
Es en ese contexto en el que desde un principio surge un nombre que conseguía aunar todas las fuerzas y esperanzas posibles ante la tragedia anunciada: la Brigada de Salvamento.
Cuando mi amiga y colega María Jesús Díez dirigía el suplemento dominical del diario La Nueva España me animó muchas veces a realizar reportajes de historias que ella sabía me interesaban muy especialmente -confianza por la que le estaré eternamente agradecido-, y así fue que escribí, entre otros, el titulado "Brigada de Salvamento Minero: Descenso a los infiernos", que se publicó en febrero del año 1990. Ahora, casi 30 años después, he podido recuperarlo de una raída carpeta roja en la que conviven silentes algunas cosas importantes, tal vez las que mejor le identifican a uno. Y tras la memoria escrita, un deseo: que el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2019 se lo concedan a la Brigada. Atentos.