viernes, 23 de noviembre de 2012

EL CÍCLOPE DESCONCERTADO (1)

Dos empresas de comunicación llevan un tiempo dándole a uno la turra para que me suscriba a sus periódicos digitales. Salvo la salvación eterna, cosa que agradezco, prácticamente me han ofrecido de todo dentro de sus "fabulosas ofertas": suplementos gratuitos que solo esconden propaganda, libros que nadie leerá, viajes de fin de semana a hoteles decadentes, botellas de vino de Ribera de Duero, y por supuesto sartenes, ollas, sacacorchos plateados y cuchillos trincheros (¿de dónde les vendrá esta obsesión culinaria?). Siempre he dado la callada por respuesta a tales proposiciones, más que nada porque de un tiempo a esta parte prefiero leer los periódicos cuando han pasado ya dos o tres días de su edición; las malas noticias resultan más llevaderas cuando la sorpresa, el cabreo o el dolor que suelen provocar han gozado de vida propia durante unas horas irrecuperables ya para quienes las ignorábamos. Ojos que no ven -por eso llevo antiparras desde hace años- corazón que no siente. Así que ya digo, ni puto caso a los cantos de sirena digitales. Ocurre sin embargo que hay noticias que pese a su intemporalidad no logran la esperada indiferencia, sobre todo porque remiten al origen de este comentario. Un suponer, la entrevista en papel que ha caído en mis manos con cuatro días de retraso y en la que un prócer del Opus Dei analiza el periodismo del futuro. Dice el buen hombre: "Newsweek ha cerrado su edición impresa. Hablé también con el subdirector del USA Today y me explicó cómo el 70 por ciento de los gastos de su periódico eran de producción material y de distribución". De inmediato hago memoria sobre las "fabulosas ofertas" de los periódicos digitales hasta caer en la cuenta de que algo no encaja. Si la edición de un periódico en formato tradicional provoca un incremento en su coste del 70 por ciento ¿cuánto ahorra el digital al no utilizar papel ni necesitar la mano de obra humana para su distribución? ¿ese mismo 70 por ciento? De ser así ¿cómo es posible que las "fabulosas ofertas" digitales solo signifiquen una rebaja del 40 por ciento sobre el precio que pagamos en el quiosco? Para quien firma y suscribe este lamento, agnóstico confeso y mártir al fin, debiera ser inquietante que la palabra del Opus Dei muestre con tanta evidencia su poder revelador frente al infiel, sí, pero ni las cuberterías con reflejos cegadores, ni los crí-crí de los grillos que pululan por los verdes prados de esos fabulosos hoteles que me permitirían "disfrutar de un fin de semana romántico", podrán quitarme de la cabeza que alguien me está intentando engañar con el señuelo del periódico digital. El viejo capitalismo se renueva en la forma pero mantiene el fondo: invertir menos para ganar mas. Qué listos son.

jueves, 8 de noviembre de 2012

TRES ANOTACIONES BREVES, LLEGADO ESTE NOVIEMBRE DE ATRAGANTO

LA CRISIS. ¿Acaso estamos ante una crisis nueva teñida de originalidad? Pues no, ya que en todo tiempo y lugares han existido crisis diversas, hasta esdrújulas si me apuran, combinando el engreimiento y avaricia de los poderosos con la ingenuidad de los humildes y la pereza de quienes se creían a salvo de todo peligro. LA ANTIGUA CLASE MEDIA. Todos somos mercado a pesar de los pesares, poco importa si es a través de nuestros (discretos y casi siempre exiguos) Fondos de Pensiones, con los préstamos para comprar bienes materiales (coches, casas, taladradoras alemanas, etc), o con las tarjetas de crédito. Eso sí, queda claro que nuestro puesto en el ranking de ese mercado vuelve a los orígenes tras un breve sueño de una noche de verano. Somos la última mierda. QUÉ HACER. Conocidos los culpables, herederos inevitables de "las herrumbrosas lanzas" que recrease Juan Benet, la única salida es conjurarse y comprometerse con esta maldita realidad que nos ha tocado vivir y buscar soluciones colectivas, solidarias, pues bien sabido es que las individuales solo admiten tres caminos: viven en una clandestinidad permanente o están en los juzgados o en los paraísos fiscales. Para ello será preciso fortalecer las defensas e intentar que cuanto menos no nos roben también la sonrisa, pero sobre todo poner en marcha un cambio que sonará radical para quienes se han acostumbrado a vivir en esa mierda antes citada y que la filósofa Victoria Camps nos ha dejado en el contestador de la memoria: "admirar más al responsable, honrado y decente, que al corrupto y codicioso".