lunes, 11 de junio de 2018

DIARIO “LA NUEVA ESPAÑA DE GIJÓN”

LA FIGURA DE LA SEMANA

ÁNGELES FLÓREZ PEÓN, MARICUELA
La última miliciana viva

La mujer con ojos de agua


Pedro Alberto Marcos

Angeles Flórez Peón (Blimea, SMRA, 1918) entró a pie con ánimo resuelto el pasado martes en la Feria del Libro en Madrid y de inmediato la rodearon fotógrafos y cámaras de televisión. “¿Quién es?” Se preguntaron ante tanto barullo un grupo de jóvenes de visita con su instituto. Y Ángeles, que las caza al vuelo, no dudó ni un momento y haciendo caso omiso de la expectación despertada se dirigió a los chavales de no más de quince años y ante sus caras de sorpresa les dijo resuelta: “los jóvenes tenéis que luchar siempre, porque solo luchando os respetarán. No lo olvidéis”. Y luego sí, acompañada de la vicesecretaria general del PSOE, Adriana Lastra, aceptó posar para los fotógrafos y responder a las preguntas de los periodistas. 
Maricuela cumplirá cien años el próximo 17 de noviembre y esta semana viajó a la capital de España por iniciativa de la Fundación Pablo Iglesias para promocionar la tercera edición de su libro de “Memorias”. La idea le pareció excelente desde el principio “porque mira lo que son las cosas, mi padre, José, conoció a Pablo Iglesias, al fundador del PSOE y de la UGT, aunque murió muy joven atropellado por un coche en Oviedo.” Ella tenía 13 años por entonces y ya era su madre, Restituta, quien dirigía la familia. “La recuerdo como una mujer muy independiente, fumaba, trabajaba de comadrona y solía decir que media España estaba en manos de los curas. Cogida de su mano fui a una manifestación que tuvo lugar en Sotrondio el día que se proclamó la segunda República, aunque yo no tenía ni idea entonces sobre la razón de tanta fiesta. ¿Por qué está la gente tan contenta? pregunté, y mi madre me respondió que era porque había llegado por fin la libertad. Aquél día quedó grabado para siempre en mi memoria”
Alegrías y tristezas. Su hermano Antonio fue una de las 24 personas asesinadas en Carbayín tras la Revolución de Octubre del 34. “Éramos una familia donde se respetaban todas las opiniones, mi hermano se había hecho comunista en Bélgica y otra hermana era católica. Nunca hubo problemas por eso. La muerte de mi hermano me marcó mucho, era una persona muy importante en mi vida. Cuando recuperaron su cuerpo le faltaba una parte de la cara, de la mandíbula, los asesinos intentaron evitar así que se le reconociera”. Ahora acude todos los años, llegado el mes de octubre, al homenaje que organizan las fuerzas de izquierdas en memoria de las víctimas, aunque al regreso del exilio las cosas eran distintas: “Cuando volví a Asturias me encontré con la sorpresa de que cada partido organizaba su propio acto por separado en memoria de las víctimas de Carbayín, me pareció terrible y les obligué a unirse. La izquierda tiene que estar unida en lo fundamental, en luchar contra la derecha y ganarla en las urnas. Ya está bien de divisiones que solo benefician a los de siempre”
Ese espíritu unitario de Ángeles forma parte de las exigencias que ella misma se plantea cada día, de tal forma que jamás rechaza una invitación para hablar de la historia que vivió durante la República y en el posterior exilio. “Si me llaman los compañeros del Partido Socialista y de la UGT, allá que voy, pero también si lo hacen los comunistas o simplemente gente que defienda la democracia y la libertad. Durante estos años me he hecho muy amiga de Anita Sirgo, que es comunista y una mujer muy valiente que como tantas otras sufrió la represión del franquismo cuando los mineros estaban en huelga”. 
-“¿Y cómo eras de joven, Ángeles?” Le preguntó una chica de poco más de 14 años en un reciente coloquio con estudiantes. Y tras reírse le contó que a ella le gustaba sobre todo bailar, leer, y divertirse con la gente de su edad, incluso hacer teatro, como en aquella obra titulada “Arriba los pobres del Mundo” en la que para su sorpresa le dieron un papel protagonista. “A mí comenzaron a llamarme Maricuela por el personaje de la obra de teatro, y la verdad, no me gustaba, me parecía un nombre feo, pero tras publicar mi primer libro mucha gente comenzó a llamarme así y ahora lo veo y siento de otra manera. Como lo hacen con todo el cariño no solo no me molesta sino que me gusta”. Con apenas 17 años, y coincidiendo con los ensayos teatrales, se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas en Carbayín pero cuando iban a estrenar en Pola de Siero la obra de teatro el intento de golpe de estado contra la República del 18 de julio de 1936 lo cambia todo. Ya no hay tiempo para divertirse y Ángeles tiene muy claro cuál es su bando, el de los milicianos. “Mi madre me lo había dicho muchas veces: se está preparando una guerra. Esa gente no se resigna a que gobierne el Frente Popular. Y tenía toda la razón. Los fascistas siempre actúan igual”.
Tal como insistía en recordar Restituta, la guerra significaba dolor y desolación pero la República estaba en peligro y Ángeles decide presentarse como voluntaria junto a su hermana Argentina. Al final, de Carbayín fueron tres las mujeres que se apuntaron. En su ficha de ingreso en las Milicias destacaba una consigna que ella no olvida: “Vencer unidos al fascismo”. 
Llegará más tarde la derrota republicana en Asturias, la cárcel, el juicio sumarísimo, y la posterior sentencia: con apenas 19 años cumplidos Ángeles es condenada a 15 de cárcel, “por rebelión militar”, que pasarán a ser luego 9, quedando finalmente en libertad en agosto de 1941. Las cárceles de Oviedo y Saturrarán, en la bahía de Ondarroa, le mostrarán el significado último de la barbarie; en la capital asturiana por los frecuentes “paseos” a las presas republicanas y en el país Vasco por la crueldad de unas religiosas que seguían fielmente las instrucciones del bando vencedor. “Nunca he podido superar el dolor de ver cómo sacaban de la cárcel a aquellas mujeres, a veces acompañadas de sus hijos, para asesinarlas. Es algo imposible de explicar con palabras, pero tengo la obligación de contarlo, para que se las recuerde, y no lo hago con rencor, qué tontería, lo hago por justicia y por memoria, para que no se repita. Por eso he escrito mis libros, para que no se olvide lo que ocurrió entonces y que mucha gente ignora aún hoy, después de tantos años. Quiero ser su voz y eso me da fuerzas.”.  En la cárcel de Saturrarán, una vez pudo estudiarse el alcance de la represión ejercida, quedan los fríos datos para la historia: dentro de aquellos muros en los que  Ángeles estuvo presa murieron 116 mujeres y 57 niños. 
Como es bien sabido, cuando en España acabó la guerra no llegó la paz; tampoco cuando Maricuela salió de la cárcel tuvo la libertad que ansiaba, pues era una libertad condicionada, bajo sospecha y tutela de las fuerzas del orden establecido por las armas. Poco a poco intentó rehacer una vida, volviendo a conectar con la familia, trabajando en un bar en El Entrego, carteándose con un joven, Graciano Rozada, Chano, con el que acabará casándose en 1946. “Mi marido también estaba marcado por su militancia política en el PSOE y la UGT, y por eso tuvo que escapar a Francia; muy pronto me vi obligada a hacer yo lo mismo. Por entonces ya teníamos a nuestra primera hija, Maria Ángeles, mientras que el segundo, José Antonio, nació durante el exilio”.
¿Cuál puede ser el alcance y resumen de esos 57 años fuera de tu tierra, lejos de la familia y los amigos? El exilio republicano siempre tuvo como esperanza el regreso a un país en libertad pero los años pasaban, la dictadura franquista se mantenía y la familia Rozada fue adaptándose al lugar de acogida. “Siempre estábamos en contacto con los compañeros socialistas, nos apoyábamos unos a otros, y asistíamos a actos del partido y del sindicato con la esperanza de que las cosas cambiasen en España, pero también he de decir que los franceses nos trataron bien. Yo fui feliz allí con mi familia, pero cuando murió Chano y decidimos traer sus cenizas a Asturias pensé en la posibilidad de regresar definitivamente. Y así lo hice”. 
Desde entonces Ángeles vive en Gijón, en un pequeño piso con el balcón lleno de plantas y flores, y sola por voluntad propia a sus 99 años. “En realidad yo ya digo que tengo cien años aunque no los cumpla hasta el mes de noviembre. Qué más da por unos meses. Me gusta animar a los jóvenes, y por eso les digo que hay que perder el miedo y luchar siempre, con 15, con 17 años o con 99”. En esa incansable lucha ella no escatima posibilidades: conferencias, charlas, presentaciones de sus libros, manifestaciones, entrevistas y redes sociales. Ya va para cuatro años que llamó una tarde para preguntarme “¿Cómo puedo aprender a utilizar  eso de internet? Es que como me gusta tanto escribir…”. Y desde entonces todos los días, llegada la noche, entra en su muro del Facebook donde tiene casi 3.000 seguidores con quienes mantiene un permanente intercambio de opiniones. 
El pasado mes de abril sufrió un pequeño accidente doméstico pero eso no le impidió acudir a la manifestación convocada por los pensionistas en Gijón y a la que asistieron más de 10.000 personas y desde la tribuna, dirigiéndose a los concentrados, Ángeles exclamó emocionada: “Os veo aquí reunidos, luchando por vuestros derechos, y esta imagen me trae el recuerdo de las manifestaciones que organizábamos en Asturias en los años treinta para defender la libertad y la República”.
Aún más cerca en el tiempo, el pasado martes, en Madrid, dijo estar alegre y contenta tras la moción de censura a Rajoy. “Ya creí que me iría de este mundo sin ver que se echaba a la extrema derecha del gobierno, pero Pedro Sánchez lo ha conseguido. Ahora, aunque es más difícil, tenemos que echar al Rey, que no es que tenga nada personal contra él, pero yo soy republicana y lo seré hasta que me muera”. 
Ya de regreso a Asturias y cuando entra en su piso la noto satisfecha. “¿Ves? Estas cosas son las que me hacen vivir. Cuando defiendo la memoria de todos los que se quedaron por el camino en su lucha por la libertad, sobre todo de las mujeres que fueron asesinadas por los fascistas, es cuando creo que merece la pena la lucha”. Y es entonces cuando noto más brillantes que nunca esos ojos de agua que la adornan. Maricuela. La de “Arriba los pobres del mundo”.