lunes, 19 de diciembre de 2022


RODRIGUEZ CANAL, periodista: 


“CON LA MUERTE DE FRANCO  EL 20 DE NOVIEMBRE DE 1975 ESTÁBAMOS EXPECTANTES Y COMENZARON A PASAR COSAS, CLARO” 




Entrevista realizada por

Pedro Alberto Marcos (1)

 

Pregunta.- Se puede decir que la  historia profesional de José Antonio Rodríguez Canal comienza como colaborador, o meritorio, durante dos meses en el verano de 1963, en el diario Voluntad, de Gijón, inmediatamente antes de hacer el examen de ingreso en la Escuela Oficial de Periodismo. ¿Cómo fue que optaste por esta profesión, por el periodismo?, ¿había antecedentes familiares?, ¿fue vocación?

Respuesta.- Puedo responder que sí, que fue una vocación. Yo estudié Comercio, soy perito y profesor mercantil, y tenía de compañero y amigo del alma a un hijo del administrador de Voluntad, que era un periódico –desaparecido en agosto de 1975- de la Prensa del Movimiento, de Falange. Como a mí lo que se me daba bien, más que la integración y análisis de balances, o el análisis matemático, pues eran la gramática, los idiomas y materias así, y como gran lector que era ya de periódicos desde chiquillo, pues tuve esa inclinación y aquel hombre me facilitó la toma de contacto con lo que era un periódico. Decidí matricularme en la Escuela de Periodismo, aunque antes estuve haciendo aquellas pequeñas prácticas en el diario Voluntad. Esa es la explicación de que acabara de periodista. Una vez ingresado en la Escuela, al tercer intento, en el año 1965, inmediatamente después comencé a trabajar en El Comercio sin terminar la carrera, que cursé con dispensa de escolaridad, y después de un año y medio de todo eso es cuando me fui a Las Palmas, al diario La Provincia. Allí terminé los estudios, en la Universidad de La Laguna, en la sección de la Escuela Oficial de Periodismo, y luego ya regresé al diario El Comercio, a Gijón, donde trabajé desde junio de 1968 hasta mi jubilación. 

P.- Esa experiencia de Canarias fue, por tanto, breve, ¿no?

R.- Fue exactamente de un año, pero muy movida, muy agitada. Aquel periódico fue referencia del archipiélago en cuanto a lo que podríamos considerar resistencia al régimen franquista, dicho así, de una manera un tanto grandilocuente, pero ciertamente tenía algo de eso. Y por eso mismo, de los que empezamos a primeros de 1967, a mediados de 1968 ya, por una razón o por otra, no quedaba ninguno.  

P.- Regresaste entonces a Asturias…

R.- Regresé a El Comercio inmediatamente, en junio de 1968, y ahí me jubilé en el año 2006.

P.- Cuando volviste de las islas Canarias al periódico en el que trabajaste prácticamente toda tu vida profesional ¿intuías que las cosas iban a ser así?, ¿que El Comercio iba a ser tu empresa definitiva?

R.- Hombre… quizás a la vuelta sí, porque luego ya me casé, a mi mujer la conocí en Las Palmas aunque no es canaria, sino gallega, y yo lo que pensaba antes de irme a Canarias es que no acabaría en Gijón, pero una vez que volví a Gijón las cosas cambiaron porque además tenía un ejemplo cercano, salvando todas las distancias, que era el director de El Comercio, Francisco Carantoña, que había tenido y tuvo muchas ofertas para irse a puestos de relevancia y de relumbrón en Madrid, no es mi caso, claro, pero había un cierto paralelismo por mi parte en imitar esa actitud de arraigo a una empresa y a un periódico como en el caso de Carantoña.

P.- En estas entrevistas, de una forma u otra, llega un momento en el que siempre surge la cuestión del pluriempleo al que se veían obligados muchos periodistas durante los años sesenta. Como en tu caso eso parece evidente, puesto que además de trabajar en El Comercio eras corresponsal de una agencia de noticias y también colaborabas con otros medios, así la pregunta es directa: ¿vivir pluriempleado era en esa época lo normal dentro del periodismo?

R.- Era bastante frecuente, sí, porque a pesar de que hay que reconocer que el convenio colectivo de El Comercio no era malo, ni mucho menos, y el de la Prensa del Movimiento (Voluntad y La Nueva España), tampoco, pues la verdad es que no venían mal unos ingresos adicionales siempre que fueran compatibles con el ejercicio de la profesión en el medio del que se tratara, ¿no? Y ese pluriempleo, o empleos adicionales, en mi caso fueron compatibles porque por ejemplo trabajar como corresponsal de la agencia  Europa Press no solo era compatible, sino que podía retroalimentar una función y otra, y luego, más adelante, en la revista Asturias Semanal también, era otro tipo de actividad, distinta a la del periódico diario; también estuve unos años en La Hoja del Lunes, pero eso venía derivado de ser miembro de la Asociación de la Prensa que era la entidad editora, y como además era el secretario de la misma el estar dentro era una forma más de llevar y de administrar también el propio semanario. Después ya, en el año 1985, al ser redactor jefe de El Comercio, y más tarde subdirector, dejé todo empleo adicional.

 

CON LA LEY DE PRENSA DE 1966 HUBO UN CAMBIO IMPORTANTE: DESAPARECIÓ LA CENSURA PREVIA

 

P.- Otra de las cuestiones recurrentes de este periodo del que estamos hablando, años sesenta y principios de los setenta, es la censura, una censura que pasó por distintas épocas, aunque resumiendo mucho podría hablarse de dos: antes y después de la Ley Fraga.

R.- De lo que yo viví y recuerdo, cuando comencé a trabajar formalmente en El Comercio, en 1965, estaba en vigor la Ley de Prensa que, creo, era del año 1938 y que era una copia de la italiana. Incluía la censura previa, pero lo que ocurría era que, de hecho, y posiblemente de derecho, no sé si por alguna disposición legal, esa censura previa estaba delegada en los directores, de modo que, como dice la misma expresión, al delegar en los directores ellos eran los responsables de que lo que se publicaba fuera publicable desde el punto de vista del régimen. ¿Qué ocurría?, ante casos muy concretos, por ejemplo, huelgas, había ya una intervención directa de la Delegación Provincial de Información y Turismo. El delegado llamaba, yo fui testigo de algunas llamadas de ese tipo, y preguntaba: -“¿Dónde va lo de la huelga de La Camocha?”-, -“Pues en la página tres, a una columna”-. Y lo que se publicaba era una nota oficial. Así era como se manifestaba la censura. La censura previa de llevar las galeradas, las pruebas, a Información y Turismo para que allí lo censurasen tachándolo, eso no se hacía así, sino de esa manera que te digo, digamos… más sutil. La Ley de Prensa es un cambio Importante en ese aspecto, desaparece la censura previa…

Decían que más que de libertad de prensa se trataba de libertad de empresa; pues también, que no era asunto baladí, porque antes podía haber gente de derechas, pero liberal, no necesariamente franquista ferviente, que quisiera tener un medio de información y sencillamente no podía porque no se le autorizaba la edición. En cambio, con la Ley de Prensa de marzo de 1966 se abre la mano y se establece la libertad de empresa en prensa, y en cuanto a la información, tanto teórica como prácticamente, desaparece la censura previa, lo que ocurre es que había un artículo, el segundo, de la ley que era un cajón de sastre, en el que cabía todo, para reprimir cualquier actitud que no encajara en los postulados del régimen, pero había de verdad y realmente un grado de libertad que antes no existía. Por ejemplo, ante un conflicto laboral no había que consultar con Información y Turismo, ni Información y Turismo podía directamente ordenar que no vaya en primera, o que vaya acá, o que vaya a tres columnas, o que vaya a una. Ahí había un cambio cualitativo, así que negarlo sería absurdo. No significaba la libertad plena, pero sí un avance. Que esto era así lo demostró, por ejemplo, algo que Carantoña nos contó a propósito de las reuniones que tenían los directores con el ministro, Fraga, que fue el impulsor de esta ley, sobre la aplicación de la misma cuando fuera aprobada por aquellas Cortes orgánicas, y en una de las reuniones el director del Ya, que era un periódico de la Editorial Católica, posiblemente el tercero o cuarto periódico en importancia en España, y el más importante en Madrid, su director de entonces Aquilino Morcillo, que era una personalidad, le dijo al ministro que en la práctica no había cambios, que con la aplicación de la nueva ley iba a ser todo igual, y Carantoña que estaba presente en aquella reunión me contó que Fraga le respondió a Aquilino Morcillo: “¿Qué se apuesta el señor Morcillo que si yo quiero ahora deja de ser director del “Ya”?. Y es que antes, y todavía en aquel momento, para su nombramiento los directores tenían que tener la aprobación del Ministerio de Información y Turismo, pero a partir de la Ley de Prensa las empresas podían nombrar libremente a los directores. Evidentemente, las empresas designaban a las personas que consideraban adecuadas en aquel marco político, ninguna iba a tener la ocurrencia de nombrar a Jorge Semprún, que estaba en el exilio, pero a partir de entonces hubo una libertad que antes no existía.

P.- Cuando ocurría algo en Asturias relacionado con la censura a algún periodista ¿esas situaciones trascendían a otros medios de comunicación? ¿Las conocían otros periodistas o todo quedaba limitado a la realidad de cada medio?

R.-Yo puedo hablar de lo que conocía más directamente. Estuve en un periódico que era de ideología, vamos a decir –aunque no podía ser de otra manera, claro-, liberal-conservador; en la práctica era así y en cierto modo lo sigue siendo, de manera que puedo hablar desde esa perspectiva, no de la de otros. La Nueva España era el órgano oficial del Movimiento, primero órgano regional de Falange Española Tradicionalista y de las JONS y luego Órgano Regional del Movimiento, como constaba en su cabecera. El Comercio pertenecía a una empresa privada y tenía la ventaja de que esa empresa era exclusivamente periodística, no tenía ninguna vinculación con otro tipo de empresas, ni industrias, ni de la banca, como podía tener por ejemplo La Voz de Asturias, y otros…, y eso le daba un plus de autonomía al director, de tal manera que podía ejercer con un apreciable grado de independencia. Por tanto, la censura, o la autocensura, solo tenían ese límite o esa imposición derivada del propio ideario del periódico. La censura ejercida desde fuera sí la viví en directo. Creo que fue en el año 1969, con uno de los estados de excepción decretados por el franquismo, cuando se reimplantó plenamente la censura previa, y de nuevo durante una temporada hubo que llevar a la Delegación de Información y Turismo las pruebas, las galeradas de lo que se iba a publicar, para que allí dieran la aprobación. Eso, que no había ocurrido antes de la Ley de Prensa, y no lo había visto, pude verlo con motivo de uno de los estados de excepción que se declaró y que fue de contenido más amplio y más severo en Asturias y en Guipúzcoa y Vizcaya que en el resto de España.


    

    Foto del diario EL COMERCIO

 EL PRÍNCIPE JUAN CARLOS ERA UNA INCÓGNITA Y HABÍA MUCHA INCERTIDUMBRE PESE AL “ATADO Y BIEN ATADO” DE FRANCO

 

P.- Situémonos, Canal, en los aledaños de 1974 o 1975, cuando no se sabía exactamente qué era lo que iba pasar en este país, aunque bien es verdad que algunas cosas sí se intuían, sobre todo porque había un individuo que mandaba mucho, que había envejecido bastante y que estaba muy enfermo. Tú, en ese momento, eras uno de los dos redactores-jefes del diario El Comercio. ¿Cómo vivisteis aquella etapa cuando se intuía que Franco podía morirse mas temprano que tarde?

R.- Con incertidumbre…; desde luego, lo que iba a ocurrir después no creo que nadie lo tuviera calculado con exactitud, ni tan siquiera el propio futuro difunto, porque había hablado del “atado y bien atado”, y aunque algunos digan que lo actual se parece a eso pues, francamente, hay que discrepar, ¿no? Había incertidumbre, pero también tranquilidad porque ya había habido dentro de las ataduras del régimen algunas manifestaciones de exigencia de libertad que terminan en la cárcel para muchos, pero que estaban ahí, y desde luego no había, o yo al menos no lo percibía, un temor a una vuelta a los enfrentamientos, a una guerra civil, ni mucho menos. Lo del Príncipe de España, que así se llamaba entonces al que iba a ser monarca, también era una incógnita, porque no podía decirse que se tuviera mucho aprecio o muy buena opinión de lo que aparentaba ser, aunque luego los hechos fueron por otro lado, y en lo tocante al periódico, El Comercio, por indicación del director siempre fue muy respetuoso con el padre del rey, Juan de Borbón, quien después de varios bandazos políticos, desde mediados  los años cuarenta era una posible alternativa democrática. Y así como la Prensa del Movimiento solía ningunear informativamente, y hasta ridiculizar, cualquier actividad de don Juan, como en ocasiones que venía a Asturias a repostar con su barco, el Giralda, en el Muelle de Gijón, El Comercio siempre fue muy respetuoso y le dio el relieve que consideraba adecuado a las actividades del pretendiente. Resumiendo: el hecho biológico que se produjo finalmente el 20 de noviembre de 1975 nos cogió a todos a la expectativa de lo que iba a pasar… y empezaron a pasar cosas, claro. 

P.-…Cosas para bien, ¿no?

R.- Hombre, claro que para bien. Recuerdo que en diciembre de ese mismo año, es decir, apenas un mes después de la muerte de Franco, hubo un indulto general y salieron en libertad los del Proceso 1001… Juanín Marcos Muñiz Zapico era uno de ellos, llegó a Gijón en tren, desde Madrid, a la estación de la Renfe, y hubo una manifestación para recibirlo convocada sobre la marcha por el PCE y Comisiones Obreras, que fue disuelta a palos por la Policía Armada. Pero bueno, aquello era un cambio cualitativo, Juanín y todos los del 1001 estaban en la calle… Otros que serían protagonistas más tarde, evidentemente ya estaban en la calle porque nunca había estado en la cárcel.

P.- En esos momentos que acabas de recordar, la muerte del dictador, los primeros indultos, puede hablarse ya de que comenzaba la Transición de la dictadura a la democracia, y hay un estamento de la sociedad española que había estado al lado de Franco desde los primeros momentos de la rebelión contra la Segunda República, la Iglesia Católica, que también comienza a sufrir sus propias crisis y cambios… ¿Tenía esa iglesia algún papel relevante en Asturias y en relación directa con la dictadura o ya por entonces las cosas iban por otros derroteros? 

R.- Decir Asturias es un concepto muy amplio y para mí sería demasiado puesto que yo puedo hablar más que nade desde lo que es y significa Gijón, aunque, bueno, Gijón es más de la cuarta parte de lo que significa demográficamente Asturias, o sea, que también es una porción muy considerable, lo mismo que desde Oviedo se puede hablar de Asturias sin contemplar con la adecuada perspectiva la realidad  de este cantón, y no estoy haciendo ni chistes ni chovinismo, pero, es verdad, a veces la perspectiva se distorsiona según el emplazamiento desde el que se analicen las cosas. Por razones obvias, no podía ser visible una gran presencia o actividad de los curas, y me estoy refiriendo, claro, a los curas disidentes… Hubo una asamblea en León, en la época de Franco, aquella famosa asamblea de curas de toda España que tuvo un gran impacto y fue un elemento de ruptura con el régimen; ocurrió el encierro de Montserrat en Cataluña; había un cura en el Proceso 1001… En Gijón estaba el párroco de San José, también algunos curas obreros no exactamente vinculados a los partidos políticos… Contribuyeron, sí, pero eran, lógicamente, una minoría.

P.- Si nos situamos en el momento en el que Juan Carlos ya es rey y Adolfo Suárez presidente del Gobierno, que es cuando algunos cambios comienzan a percibirse con más claridad, gran parte de los políticos de la izquierda comienzan a emerger y a jugar un papel protagonista…, tú has citado a Juan Muñiz Zapico, y estaba también Horacio Fernández Inguanzo, que igualmente acaba de salir de la cárcel y que también se instala en Gijón; de hecho, la sede central y por tanto la dirección del Partido Comunista en Asturias estaba en Gijón…

R.-...Tú sabrás, tu sabrás…, que alguna relación tenías con el Verdad, ¿no?… en “Verdad”, digo, de verdad (se ríe). Bueno, es un juego de palabras porque igual mucha gente no sabe que Verdad era el periódico clandestino del PCE en Asturias y que este señor que me está entrevistando era el responsable del mismo en aquella época, que podría llamarse ya el tardofranquismo. Yo desde muy joven conocí a gente del PCE , como José Ramón Herrero Merediz, que fue el que me aproximó a ese ámbito político; también Tini Areces, aunque lo de Tiniviene de antes porque fuimos compañeros en la escuela primaria, en el Grupo Escolar de Niños El Arenal, en el barrio de La Arena, en los años cincuenta…, y esos eran, más los sindicatos como Comisiones Obreras, y alguna representación también de la CNT con Eduardo Prieto Marcos en la Fábrica de Moreda, Rúa con su Academia, José Luis Iglesias en la USO… esos eran los que en Gijón tenían presencia como oposición, tanto en el mundo del trabajo como en lo que llamaban las fuerzas de la cultura… Al menos fue lo que yo conocí. De lo que luego iba a ser la izquierda hegemónica solo conozco de aquella época, hablo de los años sesenta, un caso, que es Marcelo García, los demás, francamente, no los recuerdo, aunque, insisto una vez más que hablo desde la perspectiva de Gijón. Había también presencia de otra gente, gente europeista, liberal, que estaba bien relacionada con la izquierda, pero sin ser militantes, aunque algunos acabaron en el PSOE como Alfredo Liñero y Mariano Abad… eran europeistas de muy antiguo. 

P.- Si bien hay diversos análisis sobre el asunto, existe una coincidencia bastante generalizada, y entre esas opiniones están las de muchos historiadores en el sentido de que la izquierda que más peleó durante el franquismo fue la que luego, con la democracia, menos reconocimientos tuvo por parte de los españoles ¿Coincides con esa apreciación?

R.- Pues es la realidad pura y dura, como suele decirse. Yo tengo 68 años, cuando murió Franco tenía 31 y solo había conocido en la oposición antifranquista activa, insisto, en Gijón, a gente del PCE y también en Las Palmas, porque los contactos que allí había tenido por conflictos laborales y demás eran con abogados del PCE, hombre, no lo ponían en la placa del despacho, naturalmente, ¿no?, por ejemplo, Carlos Suárez, pero luego fueron dirigentes del PCE, y lo mismo se podría decir en el caso de Gijón. Pero, bueno, esa injusta falta de correspondencia entre la presencia en la lucha contra el régimen anterior y luego como recompensa la presencia en las instituciones a través de las elecciones, si aceptamos el juego democrático tenemos que aceptar los resultados también, claro, pero me parece una injusticia histórica. Que después de la primera etapa democrática haya venido una decadencia total y absoluta ya es más bien imputable a los propios administradores de esa herencia de lucha que no han sabido actuar… empezando por Santiago Carrillo y siguiendo con todos los demás que la han dilapidado, de ahí vino la debacle electoral del año 1982 que es inexplicable si no se contempla la posibilidad seria de que se haya actuado muy mal. 

 

FRANCISCO CARANTOÑA Y EL IDEARIO DE EL COMERCIO: ¿CÓMO QUE NO TENEMOS IDEARIO? ME DIJO: ES LIBERAL-CONSERVADOR

 

P.- Hemos hablado ya de la Transición política, también del movimiento obrero y de algunos dirigentes sindicales, pero durante ese periodo también hubo cambios importantes en los medios de comunicación, no así en El Comercio que fue uno de los periódicos que se mantuvo, y se mantiene, mientras que los periódicos del Movimiento desaparecieron, previamente fueron adsorbidos por otros, o  finalmente se privatizaron, mientras que otros proyectos como el de Asturias, diario regional apenas si duraron un año. En el caso del periódico que tu mejor conoces, El Comercio ¿pudo hacer frente a los problemas de aquel tiempo, a una durísima competencia, porque había optado por lo local, por centrarse prioritariamente en Gijón?

R.- El Comercio tenía esa ideología liberal-conservadora de la que hablaba antes. Recuerdo que un día, pasados muchos años, me llamaron de un periódico de Madrid para preguntarme “¿Cuál es el ideario de El Comercio? y yo, para quitármelos de encima y eludir definiciones, tuve la ocurrencia de decir, “No, no tiene ideario”, y cuando se lo conté al director se cabrea y me dice: “¿Cómo que no tenemos ideario?: Liberal-conservador”. Bueno, en la práctica era así. Naturalmente, no era antifranquista, no podía serlo, no lo era ningún periódico, ninguno, de los editados en España, pero estaba con el régimen en un nivel de moderación, porque, ya digo, en aquella época ningún periódico era manifiestamente antifranquista; la gente que trabajaba en los periódicos sí, recuerdo que ante problemas de conciencia que podías plantearte un dirigente del PCE me decía que en el París-Match, que era semanario ilustrado francés, de derechas, por supuesto,  había muchos periodistas comunistas. Pues eso. Como ya te he dicho, El Comercio era moderadamente franquista, y como todos era de derechas, pero luego cuando la derecha se manifiesta ya y adquiere diversas expresiones, El Comercio, sin decirlo de una manera expresa, era pro Unión del Centro Democrático, la UCD, que era la derecha liberal, contemporizadora, no era la derecha carca de Los cinco magníficos del señor Fraga y demás, que luego fueron quienes fagocitaron a la UCD. El Comercio sabía que tenía una clientela de una población como Gijón mayormente obrera que había sido cenetista antes de la Guerra Civil, y, por tanto, adoptó una postura prudente, que además no creo que fuera hipócrita ni muchísimo menos porque realmente era un periódico liberal, respetuoso con las instituciones, entonces y ahora, cosa que no se puede decir de todos, y que coadyuvó, por tanto, a que el tránsito fuera pacífico y positivo; por ejemplo, su relación con los sindicatos emergentes fue privilegiada, de tal modo que les daba un espacio que no les concedían otros periódicos, de ahí quizás la explicación de que el periódico no solo subsistiera, sino que progresara hasta alcanzar cotas de rentabilidad y saneamiento a su escala envidiables en el resto de la prensa española; esto se puede demostrar con datos: El Comercio era y es, aproximadamente, y con los altibajos habidos, el periódico número 33 en difusión de toda España, incluidos los deportivos, y vuelvo a decir que eso se explica por una percepción inteligente de la realidad en la que se desenvuelve, traducida en la concesión de ese espacio a quienes eran la oposición, pero sin abdicar de sus propias convicciones, y hablo de lo que es la empresa, no de cada redactor que lógicamente tenían todos su alma, unos a la derecha, o muy a la derecha, otros a la izquierda, o bastante a la izquierda. Lo que está claro es que esta era la fórmula adecuada y que así lo entendió el público lector porque la apoyó y permitió que subsistiera en el tiempo pese a las muchas dificultades, pero siempre dificultades inferiores a las que había padecido en la época del monopolio cuando el Movimiento, la Falange, controlaba los medios de comunicación, los cupos de papel, etcétera. Cuando la legalización del Partido Comunista fueron a ver al director del periódico Horacio Fernández Inguanzo y José Ramón Herrero Merediz para presentarse, aunque ya eran conocidos, pero, bueno, querían presentarse ya con la credencial de la legalización del Ministerio del Interior, y entonces yo le pregunté a Merediz, ¿Qué os dijo el director? y me contestó, “Nos dijo que hará todo lo posible por quitarnos votos a nosotros”, bueno, pues yo creo que esa era una postura honrada, como lo era no dárselos tampoco al Partido Socialista…, dárselos quizás a la UCD, pero, bueno, sin decirlo expresamente y garantizando la libertad de expresión para todos, hasta la extrema izquierda,  bien es verdad que gradualmente, ya que era una época de florecimiento de muchos partidos, la ORT, el PTE, el PCE VIII y IX…, bueno aquello era el acabose de siglas y todos tenían allí su espacio, sobre todo los sindicatos, y muy especialmente el que había tenido más actividad, que era Comisiones Obreras, porque lo de la Unión General de Trabajadores obviamente vino después… 

Todos tuvieron su espacio para pronunciarse, incluidos los lectores, y eso explica la supervivencia y la prosperidad del periódico. Mira, hay una anécdota que muestra claramente ese espíritu tolerante y democrático de El Comercio, el consejero delegado del periódico, que era el dueño principal, y que había sido alférez provisional y nada sospechoso, por otra parte, puesto que después de caer Gijón en manos de los nacionales y viendo lo que había en la retaguardia pidió volver al frente de batalla, cuando fueron las elecciones del 28 de octubre de 1982, en las que el PSOE arrasó, me dijo: “Canal, hoy perdimos las elecciones usted y yo…”. Claro, él me lo decía porque habían perdido los suyos, la UCD, pero entendía que también los míos…

P.- Hay una figura clave en toda esta historia periodística que nos estás contando, y tú la has citado varias veces, pero creo que merece la pena profundizar un poco más en ella, se trata de Francisco Carantoña, el director de El Comercio.

R.- Yo no puedo ser imparcial hablando de Carantoña…

P.-… No tienes por qué serlo…

R.- …Carantoña no era perfecto, qué va, pero yo creo que era buena persona, un excelente compañero… es verdad que al final tenía participación en la sociedad anónima, pero él no actuaba como empresa, jamás le escuché criticar a un compañero, y a veces había motivos para ello, incluso empezando por mí mismo; tenía una gran capacidad de trabajo, también una pluma privilegiada…, en fin, yo solo veo motivos de elogio, y aunque también, vuelvo a decirte, puede que a veces haya cometido errores, y sin duda los habrá cometido, fue una suerte trabajar con él y una suerte para el periódico encontrárselo, porque es una persona irrepetible, aunque suene un poco tópico, pero lo digo porque tampoco las situaciones lo permitirían, ahora los periódicos son de otra manera, ya lo son desde hace años, y con él murió una forma de ser director que fue muy positiva para el periódico y yo creo que también para quienes trabajamos con él… En la época actual Carantoña hubiese sido de otra manera, pero era muy competente, excelente compañero,  muy buena persona, tímido, un gran trabajador, y como ya te he comentado renunció a muchos cargos que le ofrecieron en Madrid, por ejemplo, ser director de cualquier periódico de la Prensa del Movimiento, el que quisiera; Adolfo Suárez le ofreció la jefatura de los Informativos de Televisión Española cuando Suárez era el director general del ente público, es decir, de RTVE, y que por entonces era un cargo del Ministerio de Información y Turismo. Carantoña me dijo un día: “Doctor… –me llamaba doctor porque un compañero lo decía, la verdad es que yo no soy doctor ni lo fui nunca, claro, pero me quedó ese mote-, bueno pues va y me dice aquella noche “Doctor, yo no sé si me habré equivocado, pero me quedo en Gijón para siempre”. Y se quedó, y creo que no se equivocó. 



  foto del Ayuntamiento de Gijón



 LA NOCHE DEL 23-F: “LA RESPUESTA TENÍA QUE SER UNA HUELGA GENERAL, PERO NO HUBO HUELGA PORQUE EL GOLPE FRACASÓ”

 

P.- Hablemos ahora, Canal, de otra noche, la del 23 de febrero de 1981 ¿Cómo recuerdas aquella fecha?.

R.- Pues yo estaba en la redacción, era entonces redactor jefe del periódico, de día, porque había otro redactor jefe que estaba de noche, y a las 18,20 de la tarde, más o menos, Carantoña, como solía hacer en estos casos, estaba oyendo en directo el debate de investidura de Calvo Sotelo y de repente abrió la puerta del despacho, se asoma a la redacción y dice: “La Guardia Civil en el Congreso…” Claro, aquello fue una conmoción, me levanté rápidamente a llamar por teléfono a la sede de un partido político para demandar información, pero a pesar de que tenía muy buena memoria me equivoqué al marcar los números y cuando acerté ya estaba comunicando sin cesar. En aquel momento pasaron por allí dos miembros del Consejo de Administración del periódico, que estaban de visita, y ante la inquietud que había yo les dije que “la respuesta a esto es una huelga general”. Entonces uno de ellos quedó muy inquieto y, claro, aquello que había sido un desahogo por mi parte, porque yo no era nadie para convocar una huelga general, aunque efectivamente creo que era la solución, y entonces me llamó y me dijo “Oiga, Canal, la persona que iba conmigo en la visita quedó muy inquieta por eso que usted comentó de la huelga”. Para su tranquilidad, no hubo huelga, pero tampoco triunfó el golpe. Pocos minutos después, otro compañero y yo salimos por Gijón a ver si pasaba algo; fuimos al cuartel de El Coto y, en apariencia, nada de nada, luego había rumores de que si los carros habían arrancado y tal, pero nada; en el cuartel de la Policía Armada, en Begoña, nada; en la Comisaría de Policía nada; en la Comandancia de Marina, nada; en el cuartel de la Guardia Civil de Contrueces, nada; así que por lo menos en apariencia, en Gijón calma chicha; llamé luego por teléfono a mi casa, y le dije a mi mujer que recogiese a los chiquillos pues teníamos ya entonces tres hijos; el otro compañero y yo nos fuimos luego al Ayuntamiento donde tenían reunión de la Comisión Municipal Permanente, que era una especie de órgano ejecutivo, lo que es hoy la Junta de Gobierno, pero claro se suspendió y allí estaban los representantes de todos los partidos políticos, de los sindicatos, también Fernando Morán que iba a dar una conferencia y la había suspendido…, la situación era expectante pero sin especial alteración de la normalidad porque todo lo realmente importante ocurría en Madrid y en Valencia, de tal manera que después de que apareció el Rey en la tele pues cerramos el periódico. No hicimos ninguna heroicidad. Es más, como Carantoña tenía sus costumbres por razones de salud y entre que acudía al periódico por la tarde y luego volvía por la noche solía irse a su casa, al salir en aquella ocasión me dijo “Bueno, si viene alguien yo me voy a casa ahora”, pero no fue nadie. Sí pasó por allí Luís Felipe Capellín, que era de Comisiones Obreras y del Partido Comunista, y nos comentó que el archivo del partido estaba a salvo, luego estuvimos viendo en la televisión a Lalo Azcona, y escuchando música militar y demás, y ya de madrugada me fui a dormir. A las siete de la mañana despertó mi mujer y me dijo: “La Guardia Civil se está tirando por las ventanas en el Congreso”, así que nada, me fui al periódico y dentro de lo que cabe volvió la normalidad. Sobre el golpe del 23-F he leído muchos libros, todos, entre otros el de Javier Cercas “Anatomía de un instante”, y, mira, le reprocho que nos reproche que no hizo nadie nada… ¿qué íbamos a hacer por ejemplo en Gijón, donde no se movió nadie a favor del golpe, más que estar expectantes o vigilantes?? Yo creo que, en general, la gente estaba dispuesta a lo que fuera, y los partidos políticos estuvieron a su nivel, pero aquí no se movió nadie, luego no había que reaccionar contra nada –hablo de lo que ocurría en Gijón propiamente- porque, insisto, los acontecimientos eran en Madrid, en Valencia; si hubiera triunfado el golpe y hubieran salido las tropas de la Agrupación Mixta de Encuadramiento número 7, que era un grupo ligero de Caballería con carros pequeños, a ocupar la ciudad…, pero es que no hubo caso…, y después llegó el día 24, el 25…, y así hasta hoy.

P.- Me gustaría una última valoración tuya sobre el resultado de la Transición. Todo ese proceso vivido desde la muerte de Franco hasta octubre de 1982, cuando el PSOE consigue una mayoría absoluta aplastante, ¿cómo lo analizas desde la perspectiva actual?, ¿no crees que aquel proceso, tan “brillante” como a veces se dice, dejó muchos huecos sin cubrir?

R.- Igual me acusan de decir simplezas, pero yo con la edad que tengo ahora me doy cuenta a propósito de la Ley de Memoria Histórica en la que se invoca la amnistía, que no, no, es que la amnistía fue para ellos, se amnistiaron ellos, no amnistiaron a los otros… es una paradoja ¿no? Ahora estamos viendo lo que pasa en Túnez, en Egipto, pues aquí la Transición fue que los que estaban dejaron de perseguir a los que no estaban, pero no hubo ninguna depuración. Yo me imagino que posiblemente con la democracia hayan ascendido a generales algunos oficiales que, a lo mejor, o a lo peor, estaban en los consejos de guerra que hasta el año 1963 juzgaban las actividades que ellos llamaban subversivas, pero no las terroristas, sino las simplemente políticas, como la de asociación ilegal, sobre todo a los comunistas. Fue así hasta el año 1963, con el consejo de guerra de Julián Grimau…, luego entró en vigor el Tribunal de Orden Público porque ya era demasiado y supongo que hasta los mismos militares también estarían hartos de tener que ser el soporte del régimen a cambio de nada, porque los militares no vivían precisamente en la abundancia, aunque hablo del militar medio y no de los jerarcas. Visto con la perspectiva de hoy pues, mira, se acostumbra uno a todo y, claro, lo que hoy consideramos natural era un bien preciadísimo o casi inalcanzable antes de morir Franco, aunque también es verdad que con las posibilidades que hubo el resultado final es un poco decepcionante. Es verdad que en ese sentido ha cambiado el mundo entero y desde que cayó el bloque del Este por lo visto no hay posibilidad de que se implante el socialismo ni de una manera ni de otra. ¿Resultado? Que el capitalismo es eterno y perdurable, y solo cabe la resignación, pero no la resignación desde el bienestar o desde esa parte del bienestar que habíamos alcanzado en España y que ahora está en franco retroceso, de tal manera que todo lo que se había conseguido, por ejemplo en materia laboral, la abolición del prestamismo laboral, lo que son las ETT y las empresas de servicios, resulta que ahora tienen la bendición de las leyes, así que por esa parte hay un retroceso manifiesto, hacia la esclavitud, o poco menos. También es verdad que ahora, cosa que no apreciarán muchos, sobre todo las generaciones jóvenes, no tienes que estar mirando con miedo hacia los lados cuando criticas al Gobierno ante el temor de que quien está a tu lado sea miembro de la brigadilla o un facha que va salir corriendo a denunciarte. No es gran cosa, pero algo es. ¿O no?.

 

 

            


(1) En el año 2011 la Universidad de Oviedo me encargó un trabajo que consistía en entrevistar a un grupo de periodistas asturianos con los que en muchos casos trabajé y en otros coincidí durante el franquismo, así como durante la transición de la dictadura franquista a la democracia recuperada con la Constitución de 1978. 

Las grabaciones de esas entrevistas fueron realizadas en video por el equipo de Audiovisuales existente de la Universidad asturiana y su destino era el Archivo Oral, dependiente del departamento de Historia Contemporánea, así como la posterior publicación de un libro, hecho que tal como ocurre en muchas ocasiones, nunca se llevó a cabo.

Entre los colegas que entrevisté entonces estaba José Ramón Rodríguez Canal, recientemente fallecido, y al que este Ojo del Cíclope quiere recordar recuperando sus declaraciones de entonces en las que además de pedirle opinión periodística y política sobre una etapa muy importante de la historia reciente española, son también un buen muestrario de la magnífica trayectoria vital de Canal.



jueves, 17 de noviembre de 2022

 La última miliciana socialista viva


LOS 104 AÑOS DE ÁNGELES FLÓREZ PEÓN (Maricuela): 

UN LARGO Y ESPERANZADO VIAJE


 Por PEDRO ALBERTO MARCOS



 

“La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte” (Vaclav Havel, dramaturgo, escritor y político checo)

 

 

LAS PREGUNTAS

 

¿Qué ocurre cuando el silencio forzado explota? ¿Tal vez esa liberación deviene en una suerte de venganza y de rabia largamente contenida? ¿o simplemente deja fluir sentimientos tan profundos que actúan como gritos que sin ocultar el dolor apelan sobre todo a la justicia y la razón? 

 

LOS ORÍGENES

 

Ángeles Flórez Peón, Maricuela, (Blimea, 17 de noviembre de 1918), cumple hoy 104 años y mantiene su engañosa figura frágil de siempre, ojos de agua vivaces y una sonrisa cómplice. Cuando una vez más hace recuento de su vida lo primero que cita fue aquel momento de 1934 cuando ella tenía apenas 15 años y los fascistas asesinaron a su hermano Antonio. Llegarían luego otros muchos tránsitos en su experiencia vital, sobremanera el vivido en el año 2003 cuando acompañando a las cenizas de su marido, Graciano Rozada, Chano, regresó a España tras un exilio de 67 años en Francia. 

Fue aquel un largo tiempo repleto de silencios que solo conseguía vencer en la soledad de una habitación y en el lento teclear de la máquina de escribir que le habían regalado sus hijos, María Ángeles y José Antonio. Necesitaba contar lo ocurrido, tantos años oculto y asediado por el tiempo, y aquel diario, página tras página, recuerdo tras recuerdo, fue su salvación, aunque confiesa que nunca creyó que acabaría convirtiéndose en uno de los libros de memorias más leídos en la Asturias democrática del siglo XXI [1]

 -Para mí fue toda una sorpresa el interés de la gente por conocer una historia que no considero ni importante ni extraordinaria. Si hay algo de especial es la suerte que tuve de seguir viva. Lo más lógico es que hubiese muerto como otras compañeras milicianas, pero afortunadamente pude contarlo para que se conociese lo que ocurrió entonces en la guerra y en la cárcel. En realidad, en ese libro no hablo por mí, sino por ellas, por todas las mujeres que no sobrevivieron al fascismo golpista y murieron en el frente llevando comida a los soldados o cuando las sacaban de las cárceles para fusilarlas simplemente porque eran republicanas. Tengo muy grabadas en la memoria esas escenas tan terribles. Los hombres lucharon, fueron valientes y se les reconoció, de acuerdo, pero las historias de muchas mujeres quedaron ocultas y eso es injusto, muy injusto. Además ¿qué somos sin memoria? -y ella misma se responde-. Nada, sin memoria no somos nada. 

 

Le pido a Ángeles que hable de su infancia, de la niña que fue o que no pudo ser. Y suspira quedamente pero no vuelve la mirada. Es en esos momentos cuando se intuye la fortaleza interna, también el hábito de la contención frente a las incertidumbres interiores a las que como a tantas otras personas de su generación se vio forzada por las circunstancias. La juventud rota, desalmada por los acontecimientos que dejaron en el olvido las ganas de divertirse, de ir al baile, pasear con las amigas, o mismamente actuar en una obra de teatro titulada “¡Arriba los pobres del mundo!”, en la que interpretaba el papel de una chica llamada Maricuela

-Para mí hablar de aquellos años es hablar del hambre y el miedo, es decir, de la miseria. Los mineros asturianos eran entonces como esclavos, salían del trabajo y no tenían ni duchas y debían esperar a lavarse en sus casas. Trabajaban en las peores condiciones todas las horas que quería el patrón, casi como esclavos, y resultaba muy difícil mantener una familia porque los salarios eran muy bajos. A veces contaban con la ayuda de una pequeña huerta en la que sembraban patatas y verduras, pero todo era insuficiente y muchos niños pequeños ni podían ir a la escuela. Luego estaban los curas, que solo sabían hablar del infierno, del pecado y esas cosas. En realidad, quienes éramos pobres, y lo éramos la gran mayoría, no tuvimos niñez.


LA REPÚBLICA

 

Pobreza, miseria, un movimiento obrero repleto de parias de la tierra que trataba de organizarse, de hacer frente a la explotación de la clase trabajadora, de la famélica legión… ¿acaso no había ninguna esperanza? 

-Con 12 años a cuestas yo no sabía entonces qué era la República, pero el día de su proclamación mi madre me cogió de la mano y nos unimos a la manifestación que subía desde El Entrego hacia Sotrondio. Todo el mundo estaba alegre y gritaban ¡Viva la República!, y fue entonces cuando comprendí que algo importante estaba pasando, aunque no llegué a darme cuenta del todo hasta que en 1934 estalló la Revolución de Octubre. Ya sabes, fue entonces cuando asesinaron a mi hermano Antonio, al que yo adoraba. Cuando fracasó la revolución el general López Ochoa le aseguró a Belarmino Tomás que no habría represalias, pero mintió. Mi hermano fue uno de los mártires en la fosa de Carbayín, donde todos fueron asesinados brutalmente, y ese dolor nunca pude superarlo.

 

Frente a la injusticia, resistencia; frente al poder casi omnímodo de los poderosos, la organización de la clase obrera. La politización era creciente entonces.

-En nuestra casa se hablaba mucho de política. Mi padre, José, que era madrileño y había conocido a Pablo Iglesias, militaba en el PSOE y en la UGT; mi madre, Restituta, trabajaba de comadrona y siempre la admiré por su carácter libre e independiente, incluso había escrito un libro en contra de la guerra mundial que no llegó a publicarse. Tenía también ideas socialistas, pero no militaba en el partido. Mi hermano Antonio se hizo comunista en Bélgica; y luego estaba mi hermana Aurora que profesaba con fervor el catolicismo. Éramos por tanto una familia muy plural, muy democrática.

 

Tras los primeros años de la república y en pleno ascenso del fascismo en buena parte de Europa, el nacional-catolicismo español reacciona, llegará el bienio negro con Lerroux bajo la alargada sombra de Gil Robles y como corolario unas elecciones generales que ganará el Frente Popular.

-El triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 nos dio muchos ánimos pues significó, entre otras cosas, que todos los que aún estaban presos por haber participado en la Revolución del 34 saldrían de la cárcel, y también que los familiares de quienes habían sido asesinados en Carbayín podíamos entrar en el cementerio libremente y sin problemas, pues hasta entonces estaba prohibido. Yo ya me sentía entonces socialista y creamos la agrupación de las Juventudes Socialistas Unificadas, la JSU. Crear conciencia de izquierdas implicaba muchas cosas, por ejemplo, hacer una obra de teatro, pero cuando íbamos a estrenarla en Pola de Siero el 18 de julio de 1936 los militares fascistas se sublevaron contra la República y como no consiguieron su objetivo aquel fracaso desencadenó una guerra terrible. Siempre recuerdo las palabras que solía decir mi madre poco después de que el Frente Popular ganara las elecciones; “Creo que se está preparando una guerra. Esta gente no se resigna a que gobierne la izquierda”. Tenía toda la razón. El caso es que pidieron voluntarios para ir al frente porque la República estaba en peligro y había que defenderla, y nos apuntamos tres hermanos, Secundino, Argentina y yo. A las mujeres nos destinaron al principio a asegurar la comida a los que estaban en el frente y muchas veces teníamos que llevar las potas arrastrándonos por el suelo para evitar que te pegasen un tiro. Todo aquello era muy triste… y hasta había quien utilizaba la guerra para venganzas personales, algo que me indignaba. Cuando por fin se formaron los batallones republicanos nos militarizaron y yo pasé a formar parte del que llevaba el nombre de “Los mártires de Carbayín”. Era ya una guerra con todas las consecuencias, heridos, muertos, desaparecidos… Al principio había mucha ilusión porque creíamos que las democracias europeas iban a ponerse del lado de la República, pero con el tiempo llegó la desilusión: estábamos solos pero había que seguir luchando. Poco después nos enviaron de enfermeras a Gijón pero ya para entonces las cosas iban muy mal. En octubre del 37 cae el frente republicano de Asturias, nos detienen a mi hermana y a mí y acabamos en la cárcel modelo de Oviedo. A mi otro hermano también lo detuvieron llevándole a un campo de concentración que había en Candas.

                                  Dibujo de Maricuela realizado por Alfonso Zapico

LA DERROTA


La derrota de la República provocó juicios sumarísimos, condenas a muerte, años de cárcel, libertades condicionadas, pérdidas de trabajo y posesiones, y exilios. Han pasado muchos años desde entonces, pero aún hoy pueden rastrearse sin dificultad acontecimientos que marcaron de forma indeleble las vidas de millones de personas. 

 

-Aquellos juicios eran una farsa de principio a fin. No teníamos a nadie que nos defendiera, los testigos eran falsos y a conveniencia de los fascistas, y se inventaban historias para condenarte. De mi dijeron que había matado a un soldado… ¿Yo? ¡qué tontería! Pero les daba igual, el caso era acabar con todos nosotros, a unos les daban el paseo de madrugada para asesinarlos en una cuneta y dejarle allí abandonados y a otros nos mandaban a prisión. Me condenaron y acabé en la cárcel de Saturrarán, en el país vasco. Fue una experiencia traumática, pero salí viva. Cuando me dejaron en libertad creí que iba a poder recuperar mi vida anterior, mis ansias por ser feliz, pero las cosas no fueron tan sencillas. Regresé a la cuenca minera, a El Entrego, trabajé en un bar y en una farmacia, tuve un novio con el que me casé y fui feliz, Chano, pero seguíamos siendo rojos y nuestra libertad era provisional, siempre bajo sospecha. Yo tenía que presentarme una vez al mes ante el juez pero cuando tuve a mi primer hija no lo hice así que no tardaron en enviarme a casa a la Guardia Civil. El juez me dejó muy claro que podían volver a enviarme a la cárcel en cualquier momento, que pese a haber cumplido la condena no era una persona libre y que posiblemente no lo sería nunca mientras Franco continuase mandando en España.


EL EXILIO


La cultura de resistencia al franquismo tenía dos rostros: el del interior y el del exilio. Ángeles perteneció durante 55 años al segundo tras huir de Asturias en 1948 ante la evidencia de que podía terminar en una fosa, en una cuneta o en un pozo como otros muchos socialistas. 

-A los rojos nos persiguieron porque sabían que no íbamos a renunciar a nuestras ideas. Mi marido tuvo que huir por su relación con los fugaos, con Mata, Flórez y los demás, y yo acabaría haciendo lo mismo. Él se fue huyendo de los tiros de los falangistas y a mí fue a buscarme a casa la Guardia Civil. Solo tenían un objetivo: acabar con los republicanos que habían quedado vivos pero aislados en Asturias después de la guerra y perseguir también a sus familiares amenazándoles y pegándoles palizas. Mi fuga a Francia no fue fácil, sobre todo porque no estaba dispuesta a irme sin mi hija María Ángeles. Ahora, cuando leo las noticias de los miles de inmigrantes africanos que llegan a Europa en pateras, clandestinamente, sin más ayuda que la suerte, recuerdo aquel viaje huyendo desde El Entrego hasta San Juan de Luz, ya en Francia. El Partido Socialista tenía contactos y enlaces en la frontera y a mí me pasó un pescador del pueblo de Pasajes que utilizaba su barca para pasear a los turistas. Me dijo que solo podía llevar un bolso de mano y a la niña por si nos detenían simular que éramos turistas. Lo que hice fue ponerme tres vestidos, un abrigo y unos zapatos de tacón, era el Jueves Santo de 1948 y hacía mucho calor. El pescador nos dijo que teníamos que ir acostadas en el fondo de la barca y tapadas con un hule. Pasé un miedo horrible. Pero seguí teniendo suerte, conseguí pasar a Francia y reunirme con mi marido.

 

EL REGRESO


Todo exiliado anhela un regreso que a veces se hace imposible. En el país de acogida van creándose poco a poco nuevos lazos y nuevas emociones, cierto, pero también lo es que en muchas ocasiones la esperanza de volver permanece intacta. La esperanza, ese camino en el que se entrecruzan sentimientos encontrados y llegado el caso pequeños éxitos que alientan el vivir resistiendo, sin renunciar a las utopías, haciendo camino al andar. 

El regreso de Ángeles a Asturias en el año 2003, tras fallecer su marido, no fue un simple arranque emocional, un imprevisto, sino la plena consciencia de que recuperaba así parte del pasado que le habían robado los fascistas. Tenía entonces 85 años y la firme voluntad de volver a sentirse partícipe de un proceso social en el que, al igual que en el pasado, las ideas políticas de la izquierda necesitaban del concurso de todos quienes pertenecían a la clase obrera, al mundo de los trabajadores, a los marginados, a los desprotegidos. Se instaló en Gijón y su presencia se hizo frecuente a partir de entonces en la Casa del Pueblo y en multitud de actos en los que se reivindicaban las ideas socialistas; regresó a Carbayín para decirles a los partidos políticos y sindicatos que la unidad de la izquierda no podía ser solo con palabras sino también con hechos, y que por tanto los homenajes a quienes habían sido asesinados en el 34 debían realizarse conjuntamente y no por separado: lo consiguió; la Fundación José Barreiro publicó sus memorias y el libro la permitió recorrer buena parte de Asturias dando charlas y participando en coloquios; hizo defensa pública del compromiso de los jóvenes y las Juventudes Socialistas de Asturias la nombraron presidenta de Honor; en institutos y universidades de Asturias, Madrid, Cataluña, Turquía y Japón conocieron cuál había sido su larga lucha contra las injusticias y en defensa de la dignidad; periódicos y emisoras de radio y televisión recogían sus palabras en las que resonaba siempre un mismo mensaje: hay que luchar, luchar y luchar.

-¿Cómo me encuentro a mi edad? Pues bien, superé dos caídas en la calle, una operación de cadera, y ahora para caminar necesito un taca-taca pero no tengo ninguna enfermedad, es más, cuando voy al médico siempre se sorprenden que con más de cien años, ¡104 ya!, no necesite ningún medicamento especial. Estoy convencida de que son las ideas socialistas las que me mantienen viva y activa, pero sobre todo está ese recuerdo imborrable y mi compromiso con las mujeres que fueron torturadas, asesinadas sin juicio y borradas de la historia durante la guerra de España y la posterior dictadura franquista. Quise ser su voz y creo haberlo conseguido. ¡Ah! Y nunca, nunca perdí la esperanza.

   


    Intervención de Ángeles ante más de 15.000 pensionistas en abril de 2018 durante la manifestación convocada en Gijón por los sindicatos UGT y CCOO


 



[1] Las dos primeras ediciones de la autobiografía “Memorias de Ángeles Flórez Peón, Maricuela”, las publicó la Fundación José Barreiro en los años 2009 y 2010. La tercera, asumida ya la edición por la propia autora, en el año 2017. 

viernes, 21 de octubre de 2022



En memoria de Manuel Vázquez Montalbán y su "Diccionario del franquismo"

CUANDO ESTAMOS PERDIDOS

Y, ADEMÁS, RODEADOS



Por PEDRO ALBERTO MARCOS

Recientemente Maruja Torres nos puso sobre aviso en su cuenta de twiter: se han cumplido ya 19 años de la desaparición de Manuel Vázquez Montalbán, periodista, poeta, ensayista, escritor, columnista, gastrónomo y político antifranquista crecido en el comunismo de resistencia, todas claras muestras de sus enormes potencialidades creativas mostradas durante su corta vida de 64 años. Les resumo el breve y sentido relato de Maruja en la red social:

“La mañana que supimos que Manuel Vázquez Montalbán había muerto: era temprano, yo salía de la ducha, sonó el teléfono, era mi medio hermana, creo que grité cuando me dio la noticia. Casi inmediatamente sonó el telefonillo, era Xavier Vidal-Folch, que vivía cerca. No pude abrir la puerta desde arriba, bajé en albornoz, descalza, los pies mojados. No sabía a dónde acudir, dijo él. De lo que siguió (aquel absurdo de que su cuerpo estuviera volando con los pájaros desde Bangkok) sólo recuerdo una nebulosa. Es la forma de la pena y, también, la del desamparo. Con Manolo muerto, quienes habíamos crecido bajo su generoso ramaje intelectual y moral sabíamos que nos habíamos quedado sin su brújula. Desprovistos, de súbito. Lo sabían también sus adoloridos lectores. Por eso hoy, Manolo, 19 años después, te lo digo todo con una frase tuya: Estamos perdidos y, además, rodeados”.

El quejío de Maruja Torres nos recordaba así la abrupta noticia llegada desde los Mares del Sur aquel 18 de octubre de 2003, situando el deceso en el aeropuerto de Bangkok donde Montalbán estaba a la espera de embarcar hacia España tras impartir una conferencia en Sydney, punto final de un apretado recorrido por algunas universidades de Australia y Nueva Zelanda. Según la policía tailandesa, un fulminante infarto de miocardio acabó con su vida. Los periódicos recordaron entonces que había sido operado del corazón nueve años antes implantándole cuatro bypass.

Ajeno a este triste aniversario, el pasado mes de agosto cayó en mis manos un librito titulado Diccionario del franquismo, editado por Dopesa en el año 1977 y del que Vázquez Montalbán era autor (1).

Era aquel un tiempo en el que aún se iniciaba en España el agitado (y ahora discutido) camino hacia la democracia y la figura del dictador, Francisco Franco, fallecido poco más de un año antes, era tratada aún con exquisito cuidado en muchos ámbitos de una sociedad mediatizada por el miedo al pasado y las dudas de un futuro incierto. De ahí el valor de un texto que intentaba desmenuzar la radiografía de la dictadura y las sombras de sus protagonistas proyectadas sobre una transición compleja y difícil, que exigía además una apresurada puesta al día de nombres y conceptos hasta entonces solo susurrados bajo la clandestinidad más estricta o desde el cuarto trastero de lo políticamente correcto, cuando no olímpicamente ignorados. 

Títulos como ¿Qué es la democracia? o ¿Qué es el socialismo? estaban también entre aquellas publicaciones que actuaban como manuales de urgencia frente a la inveterada obsesión del régimen por impedir cualquier atisbo de racionalidad y participación política. En última instancia, el manoseado “haga usted como yo, fulano de tal, y no se meta en política”, que Franco había recomendado a uno de sus fieles, al parecer inquieto ante las inevitables luchas intestinas en la cúspide del régimen, era algo más que un consejo hipócrita por parte del generalito que actuaba despóticamente desde el palacio de El Pardo.

Entre esos libros de pocas páginas y lectura rápida estaba el mentado Diccionario del franquismo, con mucho el más interesante, ya que Montalbán desplegaba en él un profundo conocimiento de la dictadura y de los nombres que eran su imagen pública habitualmente jaleados por el “NO-DO” en las salas de cine y sobre todo en los telediarios de blanco y negro.  

Periodista curtido en mil batallas, Vázquez Montalbán mostraba en el diccionario los entresijos del poder controlado por Franco, aportando no solo información sino también buenas dosis de socarronería, no exenta de acidez y humor negro, ya experimentados junto a otros rojos de postín en las redacciones de las revistas “Hermano Lobo” y “Triunfo”, en este último caso bajo el manto protector de Eduardo Haro Tecglen.

LOS ASTURIANOS DEL DICCIONARIO FRANQUISTA:

LA COLLARESALONSO VEGA, DOÑA RAMONA 

Y FELIPE POLO

En las 95 páginas del libro aparecen un reducido grupo de asturianos que por unas u otras razones jugaron un relevante papel al lado de Franco.

El primero es Camilo Alonso Vega (1889-1971), amigo personal del dictador y africanista como él. Durante la guerra la actuación de la tropa bajo su mando fue decisiva en la batalla de Brunete (Madrid). Fue ministro de la Gobernación en 1957, aunque su carrera se desarrolló sobre todo dentro de la Guardia Civil, cuerpo del que fue director general y al que convirtió en una importante máquina represiva frente a los guerrilleros y a los militantes clandestinos que seguían defendiendo la legalidad republicana. 

Prueba de la importancia de Camilo Alonso Vega entre quienes gozaban de la total confianza del dictador es la referencia que hace Montalbán a su papel dentro de la ideología franquista: “… en aquel edificio artificial, pragmático y dúctil que empezó a construirle Serrano Suñer durante la guerra y que luego continuó consolidando el propio Franco, sus colaboradores más próximos fueron Carrero Blanco, Blas González y Alonso Vega”.

Hombre temperamental, muy a la usanza fascista, su esposa, conocida en Asturias como doña Ramona, formaba parte del grupo de acompañantes habituales de Carmen Polo, la esposa de Franco. Durante su etapa de ministro tuvo como colaboradores a otros dos fascistas notables, Antonio Carro y Carlos Arias Navarro.


                                   Camilo Alonso Vega, con uniforme de gala

Otro personaje asturiano relevante citado por Vázquez Montalbánes es Felipe Polo, durante muchos años el secretario particular de Franco, pero del que apenas si existe documentación gráfica. Felipe era hermano de Carmen Polo, la esposa del dictador. 

Precisamente a Carmen Polo, también conocida popularmente por la collares, dada su afición por llevarse las joyas de las tiendas ovetenses sin pagar, le dedica Montalbán especial atención:

Polo de Franco (Carmen), nacida en el año 1900. Esposa de Francisco Franco Bahamonde. Hija de una acaudalada familia asturiana de tradición liberal, tuvo que vencer alguna resistencia familiar para mantener relaciones con el tenientín Franco. La rápida y brillante carrera militar africana del pretendiente facilitaron las cosas y el matrimonio se celebró con el padrinaje delegado del mismísimo rey Alfonso XIII. Desde 1939 a 1975, doña Carmen Polo de Franco se convirtió en la primera dama del Estado español, cumpliendo el papel con una total discreción política, según correspondía a la imagen oficial de la mujer española instituida por el franquismo: ama de casa, madre virtuosa, comprensiva compañera del hombre en el duro quehacer cotidiano. Su largo aunque interino paso por el gran mundo, culminó con la boda de su nieta María del Carmen Martínez Bordiu con un príncipe auténtico de la casa de Borbón: don Alfonso de Borbón y Dampierre”.

Carmen Polo lideró por otra parte la llamada “camarilla asturiana de El Pardo”, de la que formaban parte todos los ya citados: su hermano Felipe,  Camilo Alonso Vega y doña Ramona.

       El dictador y su esposa Carmen Polo, conocida como "La collares"

DEL FANATISMO FALANGISTA 

AL PAPEL DE ESTRAZA, 

PASANDO POR EL COLABORACIONISMO SILENTE

¿Qué sentido tiene fijar hoy la mirada en este Diccionario del franquismo escrito hace 46 años? En mi opinión mucho y muy potente, porque recuerda dónde están los orígenes de una extrema derecha ahora emergente y quiénes fueron sus parientes y beneficiarios en el aquelarre de una dictadura estúpida, miserable y cruel; también porque el color raído de la portada de este libro, esa cercanía táctil al inolvidable papel de estraza, sus imágenes que remiten a la fotografía oficial del régimen en los años 40, 50 y 60 del pasado siglo XX, y sobre todo su texto directo y descarnado, ayudan a transitar por el viaje ético y estético de un pasado que muchos siguen queriendo ocultar, no solo para sepultarlo en el olvido sino también para negar que en España hubo un largo tiempo de silencio en el que aquel mirar despectivo y chulesco de los afectos al régimen hacia quienes se situaban frente a la dictadura, contó con la militancia fanática del falangismo “de la primera hora” y con el colaboracionismo silente de muchas personas. Era la cultura política de “los buenos” y “los malos”, algo que aún hoy sigue latente en un sector de esa España que sigue negando el pasado antidemocrático que propició un fallido golpe de estado contra la República en 1936, como si la batalla del Ebro, el asedio de aquel Madrid “capital de la gloria”, el asalto de Oviedo, el millón de muertos o los cientos de miles de exiliados no fuesen otra cosa que la vulgar lucha cainita entre hermanos, las secuelas de un desvarío incontrolable o un simple y trágico error genético. El bien contra el mal. Y como fondo del cuadro la estela que aún sobrecoge hoy a una parte del Partido Popular, esa derechita cobarde, de la que VOX es el auténtico y genuino refugio ideal. 

Hay otras lecciones no despreciables que sugiere la lectura de este diccionario como el cinismo de quienes se acostaron una noche con la camisa azul puesta y se levantaron desnudos al día siguiente henchidos de fervor democrático. A fuer de ser injustos, hasta Adolfo Suárez, que era el secretario general del partido único creado por Franco, el Movimiento Nacional, se sintió obligado a darles un corte de mangas a las irreductibles viejas glorias -incluido el impetuoso y olvidadizo Manuel Fraga Iribarne- y así el de Cebreros figura hoy en el frontispicio de la Transición con un reconocimiento general a pesar de que el periodista asturiano Gregorio Morán le dio leva hasta cansarse en su magnífico libro titulado “Historia de una ambición”.



      Portada del libro de Vázquez Montalbán publicado en el año 1977


UNA CIUDAD VENCIDA 

DE UN PAÍS OCUPADO

Al principio del diccionario, Manolo Vázquez Montalbán resumía sus orígenes con estas palabras: “hombre nacido en un barrio de supervivientes, ubicado en una ciudad vencida, capital de un país ocupado”, pero su biografía en modo alguno podría reducirse a tan breves líneas. El joven periodista que era Montalbán en el año 1962 le permitió vivir intensamente las huelgas mineras de Asturias, considerada como la primera gran movilización obrera contra el franquismo tras la guerra y que en Barcelona provocó una revuelta estudiantil en la que participaron un centenar de jóvenes que gritaban: ¡muera Franco!, ¡Asturias, sí! y ¡huelga general! Buena parte de aquellos rebeldes fueron detenidos y trasladados a la cárcel Modelo de Madrid, donde algunos, entre ellos Vázquez Montalbán, fueron torturados por la Brigada Político Social. En el juicio al que fue sometido posteriormente le acusaron de ser un “un elemento de extrema izquierda, rozando el filocomunismo” (él militaba entonces en el Frente de Liberación Popular, el FELIPE). Le cayó una condena de tres años de cárcel, de los que cumplió 18 meses en la prisión de Lleida, siendo finalmente indultado por la muerte del papa Juan XXIII. Salió en libertad en octubre de 1963. Durante aquel tiempo en la prisión escribió su Informe sobre la información, un texto que años después fue obligatorio en las Facultades de Periodismo y que a mí me tocó   estudiar en la Facultad de Lejona, en Bilbao, por entonces una delegación en el Pais Vasco de la de Bellaterra.

 

(1)      En el año 2019, con el espíritu del cadáver de Franco revoloteando aún por el Valle de los Caídos, la editorial Anagrama publicó una nueva edición del “Diccionario político del franquismo”, prologada por el filósofo Josep Ramoneda.