jueves, 3 de abril de 2014

¿NO SOMOS NADIE? (O EL ESPÍA QUE LLEGÓ DE LA COCHINCHINA)

Los comunicólogos, los políticos y hasta el sursum corda se han puesto de acuerdo para darnos la chapa durante los últimos meses con un descubrimiento que al parecer les ha dejado atónitos: ¡nos espían! ¡alguien escucha nuestras conversaciones telefónicas, lee nuestros correos electrónicos y controla qué páginas web visitamos! ¡horror!.
¿Horror... u error? Tal vez deberíamos aclararnos. Y es que uno no deja de sorprenderse de tanto escándalo a cuenta de que un tipo llamado Edward Snowden decidió irse de la lengua (¡enhorabuena, chaval!) y contar al alto la lleva que la Agencia Nacional de Seguridad de los EEUU de norteamérica acumula información y conversaciones de millones -insisto, millones- de personas, y no porque el asunto no lo merezca sino precisamente por todo lo contrario, porque lo merece desde hace mucho tiempo, pero aquí algunas gentes preferían hacerse las despistadas como si los espías y la vigilancia ilegal fuesen cosas del cine. Ya saben, el agente 007 y emocionantes historias parecidas. Todo muy lírico.
¿De verdad usted se creía que NADIE le ha vigilado nunca? ¿que NADIE tiene datos privados que solo usted cree conocer? ¿que NADIE acumula información sobre lo que gana, cómo lo gasta, con quién se relaciona, si va de vacaciones, si viaje en coche o en avión, etc, etc? Dicho con toda crudeza: no puedo creerme que aquí todo el mundo estaba en Babia y hasta que Snowden el analista no decidió echarle cojones a la cosa y tirar de la manta, NADIE intuía ni por asomo que existen mil ojos y micrófonos que nos vigilan, auscultan, y a veces, en situaciones extremas se quitan el disfraz y hasta nos amenazan.

EL ESPIONAJE, JUNTO CON LA PROSTITUCIÓN,
ES UNO DE LOS OFICIOS MÁS ANTIGUOS
DE LA HUMANIDAD

Grábenselo en su cabecita: el espionaje existe en todos los países del mundo, y no precisamente desde hace cinco minutos, en un orden de prioridades que va desde la situación geográfica hasta la tendencia ideológica, pasando por los intereses económicos, la cultura imperante y un largo y tedioso etcétera. El enemigo es el enemigo y al amigo se le quiere pero por si las moscas también se le vigila. Algo así le dijo Obama a Angelina Merkel en su última conversación telefónica, interceptada, es de suponer, por  no menos de 253 espías y gloria a dios en las alturas, que ahora se espía mucho por el aire y conviene estar a bien con los que mandan allá arriba.
Y es que junto a los puticlús, los garitos de espías son posiblemente de los negocios más antiguos y estables de nuestra era conocida. Sin ir más lejos, nombres ilustres que hoy forman parte de la historia oficial supieron hacer frente a las revueltas, populares o familiares, qué más da, no solo gracias a los diversos dioses que pululan por ahí sino sobre todo gracias al papel del espionaje. Y qué decir de los negocios, del dinero, de cualesquiera poderes sin que importe que el continente sea Asia, Oceanía, África, Europa, América, o la Antártida.
¿Y qué decir de ese siglo XX, cambalache, en el que hermosas historias de espías dobles, y hasta triples, justificaron la pureza de la guerra fría y una literatura de misterio magnífica? El KGB, la CIA, la Stasi, el MI6, la OAS, y un largo etc de siglas jalonan historias que repartían generosidad, ideales, traiciones, soberbias, amores y asesinatos por doquier. La realidad y la fantasía, el morbo destructivo que el poder arrastra bajo sus pies y la capacidad de persuasión al servicio de ordenes invisibles.
¿Qué hacer entonces ante tamaño desatino?¿Cuáles han de ser nuestras armas defensivas?. Como primera medida profiláctica conviene aceptar lo evidente: que nos vigilan a todos sin excepción sea por tierra, aire o mar. Solo a partir de ese reconocimiento podremos intentar acumular la fortaleza necesaria para hacerles frente. No les oculto sin embargo que en lo que se refiere a la forma de organizar la lucha contra el cabronazo del espía invisible de turno ya es asunto particular de cada uno pues nadie podrá garantizarnos nada al respecto, ni tan siquiera seguros El Ocaso, la patria, o Juan Alberto Perote, nuestro espía/traidor más reconocido.

LA VECINA DEL CUARTO,
LAS GRABACIONES DE LOS SECRETAS,
Y EL ESPÍA DEL FACEBOOK

Así las cosas, y puesto que quizás he contribuido en exceso a provocar su inquietud, les remito a dos experiencias vividas en tiempos pretéritos y una más reciente.
La primera, plenamente amateur, viene de cuando tenía doce años y mi vecina del cuarto piso, segundo A, no hacía más que vigilarme por ver si cometía actos impuros contra el sexto mandamiento. Ella aparecía de pronto tras la penumbra de la escalera y yo le gritaba:
-¡Maruchi, gocha, dimite, que el cura no te admite!-
El segundo, más profesional, procede de cuando descolgabas el teléfono fijo en tu casa, comenzaban a oírse ruidos extraños y a tenor de la experiencia llegabas a la conclusión de que "alguien" pretendía escuchar, y posiblemente también grabar tus palabras. Para un periodista adscrito  al rojerío clandestino y tal, las dudas eran pocas: la policía secreta, los llamados "sociales", pretendían saber con quién y de qué hablabas. A veces, al espía se le iba la mano, o la tecla, rebobinaba mal la cinta casette y hasta podías escuchar tu propia voz en alguna conservación anterior. Esa certeza creaba hábito así que al menor síntoma gritabas: "!ya sé que estáis ahí, cabrones!¡hijosdeputa!" y te quedabas tan satisfecho.
¿Han cambiado en algo las cosas? pues sí, pero para peor. Ahora no hay escapatoria y hasta te venden en la tienda de la esquina, barato, barato, unos receptores muy majos para escuchar conversaciones en dos kilómetros a la redonda. Y por internet ni te cuento. Hace un mes le di al "Me gusta" a un comentario crítico sobre un asunto intrascendente en el Facebook y a los pocos días me llegaba el correspondiente mensaje: que sepas que te leemos, que sepas que estás vigilado, que sepas que no nos gustan algunos "Me gusta" tuyos. Pues vale. Lo único que me gustaría saber es si el espía que me ha tocado en suerte tiene rasgos asiáticos, más que nada para gritarle si tengo ocasión: ¡Anda y vete pa la Cochinchina!.
Por cierto ¿qué habrá sido de Edward Snowden? pues hace ya varias lunas que nadie habla de él. Pobre. Mejor buscaba una alianza, secreta, claro, con dos artistas tan reputados en el gremio como Mortadelo y Filemón.