viernes, 24 de febrero de 2012

EL ARZOBISPO

Desde hace muchos años cuento entre mis amigos a un pequeño reducto de aquel cristianismo heredero de viejos conflictos nacidos en el seno de la Iglesia Católica, ya fuese el Concilio Vaticano II, la Teología de la Liberación, o mismamente Cristianos por el Socialismo, y he de agradecer que ni en los peores momentos de mi agnosticismo confeso (pero no mártir) hubo el menor problema a la hora de confrontar con ellos ideas propias y ajenas; es más, hasta no hace demasiado tiempo siempre que había una convocatoria electoral en ciernes surgía la cita inevitable en torno a una mesa de chigre para argumentar y contrargumentar nuestro voto nada secreto, incluida por supuesto la abstención. Más de una vez terminamos la refriega a voz en grito para escándalo de la cocinera o de algún parroquiano crédulo porque amigos sí somos, pero tercos mucho más, sobremanera cuando el combate dialéctico se desplaza del hoy al ayer, es decir de lo que somos y de lo que quisimos ser.
A estas alturas del mes de febrero desconozco si se cumplirá una vez más esa cita preelectoral o si por el contrario las ocupaciones de cada cual impedirán el evento, pero sea como fuere, yo ya tengo la batería cargada por si acaso. Es más, desde que el arzobispado de Oviedo cuenta con esa joya medieval que responde al nombre de Jesús Sanz Montes mis amigos cristianos saben sobradamente que parte de sus argumentaciones del pasado no tienen hoy ningún sentido. Cuando Merchán, Osoro, o Yanes pastoreaban por estos pagos siempre les quedaba un resquicio para defender la supuesta "independencia" (sic) política de la jerarquía eclesiástica asturiana debido más que nada a la evidente habilidad diplomática de aquellos arzobispos pero ese cuento ya se acabó.
La llegada de Sanz Montes a Asturias ha roto con un largo historial de no agresión entre la Iglesia Católica y la izquierda sindical y política, pacto no escrito que surgió cuando Franco quiso reverdecer sus viejos laureles de la Revolución de Octubre de 1934 decidiendo que las huelgas que llevaban a cabo los mineros asturianos en los años sesenta debían reprimirse costase lo que costase, y vaya si costó: torturas, escarnios, deportaciones y despidos. Una parte del clero asturiano se opuso entonces a las atrocidades ordenadas por el dictador y amparadas por quien era su propagandista de cámara, el recientemente fallecido Manuel Fraga, y aquel gesto fue suficiente para generar un respetuoso entendimiento que, ya digo, hoy está completamente roto. El tronante arzobispo de la diócesis de Oviedo apenas puso los pies en esta tierra ya dio claras muestras de su visión reaccionaria, sectaria e intransigente en asuntos varios, pero sobremanera en todo lo concerniente a la vida política asturiana. Al mismo tiempo que echaba pestes contra todo lo que olía a la izquierda en general y al socialismo en particular no dudaba en rendir pleitesía a esta derecha cainita que nos ha tocado en (mala) suerte, y para muestra ahí tienen la fotografía que acompaña a este comentario en la que, pásmense, el titular del periódico que se hizo eco del acontecimiento decía así: "SANZ BAUTIZA LA CAMPAÑA (ELECTORAL) DEL PP".  ¿El arzobispo de Oviedo apoyando a un partido político determinado? Pues sí, ahí lo tienen, con dos cojones, como debe ser ¿Para qué andarse a estas alturas con respetos melifluos al pluralismo democrático? Eso sí, don Jesús Sanz Montes aún no ha dicho ni mu sobre cuestiones tan irrelevantes para su magisterio pastoral como el manifiesto engaño del PP en la pasada campaña electoral ocultando a los votantes su auténtico programa: una Reforma Laboral hecha a la medida de los empresarios más defensores del neoliberalismo ; la subida de impuestos; la anulación de leyes progresistas de diverso tono (Ley de interrupción voluntaria del embarazo, Ley de la Memoria Histórica, la asignatura Educación para la Ciudadanía, etc); paralización de la Ley de Dependencia; medidas draconianas contra la enseñanza y la sanidad pública; y lo que desgraciadamente siguen ocultando y que no harán público hasta que se celebren las elecciones de Andalucía y Asturias. ¿Quiénes considera el arzobispo de Oviedo que son los perjudicados por todas estas medidas adoptadas por el Gobierno del PP? ¿o según su opinión más que preocuparse por los perjudicados lo realmente cristiano es ponerse al lado de quienes salen beneficiados de tanto desatino? No sé, no sé, pero intuyo que si por fin se celebra nuestra particular cumbre preelectoral, mis amigos cristianos lo van a tener esta vez muy complicado para conseguir exculpar a este arzobispo bronco, de apariencia sibilina y sobre todo derechista, y no recordar aquella escena en la que Jesucristo, su Jesús del Gran Poder, escandalizado, echó a golpes un día a los mercaderes fariseos que invadían el templo.

lunes, 13 de febrero de 2012

DE LOS SINDICATOS OBREROS, DE LA DESESPERANZA, Y DE LAS MALAS NOTICIAS

UNO: GRECIA EN EL CORAZÓN
El frío que llega del norte apenas si consigue hacer olvidar la tragedia que quema el sur. Hace unos años eran los bosques del Peloponeso, ahora son los corazones de millones de griegos tratando de rechazar el protectorado que la banca internacional, sobre manera la de origen teutón, intenta imponerles a sangre y fuego. Arden las calles de Atenas, sí, y la huelga general es una vez más el último recurso de los que nada pueden ya perder porque se lo han quitado todo. Desde los aledaños de la embajada española miro una vez más hacia lo alto de la Acrópolis tratando de ver el flamear de la bandera griega que una noche ya lejana fue el sueño de Panagulis pero solo  alcanzo a escuchar una canción de Theodorakis que habla de traiciones, de derrotas y de amores imposibles.

DOS: RENACEN LOS PANFLETOS
El ciberespacio vive momentos de gloria en España tras convertirse en el principal medio de expresión de millones de personas que no tienen cadenas de televisión a su mando, ni emisoras de radio, ni periódicos, ni una revista, ni tan siquiera un perrito que les ladre. Triunfa el blog, hijastro del antiguo panfleto clandestino, o tal vez amante secreto de los boletines creados a golpe de vietnamita en los años sesenta del pasado siglo XX. Son siempre voces individuales que no buscan cambiar el mundo sino decir en voz alta cosas que de otra forma quedarían ocultas para siempre nunca jamás. Voces. Voces con eco, eco, eco, que resumen sentimientos y dejan rastro de vida.

TRES: LA BATALLA DE LOS SINDICATOS OBREROS
Es verdad, como decían los clásicos, que cada época tiene su afán. Pocas dudas quedan ya sobre qué es lo que preocupa, interesa y busca la derecha económica y política de España en el momento presente: el debilitamiento definitivo de los sindicatos, o dicho a la manera de la inefable Margaret Thatcher, doblarles el espinazo, hacerles morder el polvo (aunque sea polvo enamorado), destruirlos.
Curiosamente, los sindicatos obreros españoles no solo son vistos con desprecio por sus enemigos naturales, sino que quienes debieran ser sus principales valedores, los obreros, los campesinos, los empleados, muestran un desapego producto sin duda de errores propios pero también, y sobre todo, de una larga historia de silencios y olvidos. UGT y CCOO fueron los principales defensores de la democracia durante la Transición política española, luchando sin descanso contra quienes pretendían reformar simplemente el franquismo, pero nunca les llegó ese reconocimiento y hoy los libros de historia les niegan su protagonismo en aquella generosa entrega. Pero ahora no se trata de hablar de historia sino de defender derechos democráticos que están en peligro debido a las leyes que ha aprobado y seguirá aprobando el Gobierno de la derecha. Leyes que el PP ocultó a los ciudadanos durante la pasada campaña electoral pero que ahora pretende aplicar con mano de hierro; leyes que remiten al siglo XIX, a la desprotección laboral, a la pérdida de derechos que van desde los convenios de empresa hasta la jornada de trabajo, pasando por el tipo de contratos y por supuesto por las fórmulas de despido. Así las cosas, ahora se trata de responder con la misma contundencia, y esa respuesta solo podrán darla los trabajadores a través de los sindicatos, pese a sus carencias, pese a todo. Atentos.

domingo, 12 de febrero de 2012

¿EL SENTIDO DEL HONOR O EL SENTIDO DEL HUMOR?

Hay historias que se repiten periódicamente igual que esos rumores de origen incierto que sitúan a algún nuevo rico conocido en bancarrota, a la rubia de la perfumería liada con con ese tipo infame que asegura ser un "progre" desde su más tierna infancia hasta los 54 tacos actuales, o sin ir más lejos el cotilleo burdo y soez que apunta con el dedo acusador a la vida privada de algún conocido venido a menos. Nada nuevo bajo el sol, no. Pero entre todas esas historias que tienden a la renuencia las hay especialmente dañinas, más que nada porque nos remiten a viejos tópicos que formaron parte de nuestra educación sentimental. Un suponer, la envidia trapisondista que atesoran los vecinos de fronteras (Francia, Portugal y Marruecos) por los continuos éxitos de los deportistas que nos son propios.
Cuando un señor bajito, de voz aflautada y con muy mala leche mandaba por estos lares los triunfos deportivos españoles tenían doble mérito porque "el enemigo" externo siempre trataba de engañarnos. Los extranjeros eran por tanto unos hijoputas tramposos que solo cuando el genio patrio lograba sobreponerse a tanta infamia permitía a nuestros deportistas conseguir el triunfo inapelable, eso sí, con la inestimable ayuda de la virgen María, del Espíritu Santo y de algún patrono local.
El asunto no tendría mayor trascendencia salvo por el interés desaforado que algunos medios de comunicación -alentados sin duda por otras "instancias superiores"- gustan de mostrar cuando la agresión de los hijoputas de turno se convierte en toda una afrenta al honor y al buen hacer de nuestros representantes auténticos, los deportistas triunfadores, puesto que los otros, los que elegimos con el voto secreto y democrático, bien sabemos que son una panda de mastuerzos que ni saben rematar de "chilena", ni nada de nada, además de conseguir enriquecerse a nuestra costa, que esa es otra, y no como los deportistas de élite, pobres, que viven con lo puesto, y quizás por eso se ven obligados a ingresar sus beneficios en los paraísos fiscales y evitar así que llegado el momento del retiro la miseria se los lleve por delante.
He de confesar que en parte entiendo el enfado de la afición: también yo disfruto de los triunfos de la selección española de fútbol, de los éxitos de Nadal en el tenis, o mismamente de ese ritmo cadencioso que atesora Alberto Contador cuando sube en bicicleta por los Pirineos o los Alpes. Pero hasta ahí las coincidencias. Cuando el orgullo herido se convierte en lastimero llanto porque unos muñecos de guiñol le han echado azufre a un asunto tan controvertido como el del dopaje y del enfado ocasional se pasa a un nacionalismo de charanga y pandereta, lo siento mucho pero por ahí no paso. La crítica, y más basada en el humor, esté aderezada o no por el ácido sulfúrico, es parte consustancial a las sociedades libres y por tanto ni propios ni ajenos están libres de su dictado ocasional. Inferir a partir de esas críticas que existe una confabulación internacional contra nuestros deportistas es tanto como regresar a los tiempos de maricastaña cuando el dictador bajito del que les hablaba antes recurría a los peligros insaciables de la masonería, del comunismo, de los homosexuales y de los judíos; o incluso a otros tiempos menos pretéritos, como cuando el ministro Trillo gobernaba por estos lares e invadió el islote de Perejil salvando así el honor mancillado por media docena de pescadores moros que andaban tras un banco  de sardinas.

La selección española de fútbol -sobre todo si recupera a David Villa-, Rafael Nadal y Alberto Contador volverán a hacernos disfrutar pronto porque son unos artistas y la calidad no es flor de un día sino consecuencia del esfuerzo continuado, pero incluso aunque así no fuese, aquí el menda no está dispuesto a invadir Francia, ni a reconquistar Marruecos o Portugal, ni por supuesto a darme golpes en el pecho gritando ¡Gibraltar español! porque ciertamente todos los nacionalismos tienen un mismo objetivo: echarle la culpa al vecino de cualquier circunstancia que no nos sea favorable tras considerar que estamos en posesión de la verdad absoluta. Así que ya vale de llantos lastimeros y de distraer a la afición. Los guiñoles a lo suyo, Contador a prepararse para volver al a ganar un Tour, Nadal a mantener la buena forma mostrada este año, y nosotros a no olvidar la realidad: que quienes más gritan por el honor patrio supuestamente mancillado son precisamente quienes acaban de aprobar o de aplaudir una serie de leyes que causarán un gravísimo perjuicio a millones de españoles, bien en su trabajo, en su centro de Salud o en el colegio de sus hijos, al margen de que les guste el fútbol, el tenis o el ciclismo.