lunes, 13 de febrero de 2012

DE LOS SINDICATOS OBREROS, DE LA DESESPERANZA, Y DE LAS MALAS NOTICIAS

UNO: GRECIA EN EL CORAZÓN
El frío que llega del norte apenas si consigue hacer olvidar la tragedia que quema el sur. Hace unos años eran los bosques del Peloponeso, ahora son los corazones de millones de griegos tratando de rechazar el protectorado que la banca internacional, sobre manera la de origen teutón, intenta imponerles a sangre y fuego. Arden las calles de Atenas, sí, y la huelga general es una vez más el último recurso de los que nada pueden ya perder porque se lo han quitado todo. Desde los aledaños de la embajada española miro una vez más hacia lo alto de la Acrópolis tratando de ver el flamear de la bandera griega que una noche ya lejana fue el sueño de Panagulis pero solo  alcanzo a escuchar una canción de Theodorakis que habla de traiciones, de derrotas y de amores imposibles.

DOS: RENACEN LOS PANFLETOS
El ciberespacio vive momentos de gloria en España tras convertirse en el principal medio de expresión de millones de personas que no tienen cadenas de televisión a su mando, ni emisoras de radio, ni periódicos, ni una revista, ni tan siquiera un perrito que les ladre. Triunfa el blog, hijastro del antiguo panfleto clandestino, o tal vez amante secreto de los boletines creados a golpe de vietnamita en los años sesenta del pasado siglo XX. Son siempre voces individuales que no buscan cambiar el mundo sino decir en voz alta cosas que de otra forma quedarían ocultas para siempre nunca jamás. Voces. Voces con eco, eco, eco, que resumen sentimientos y dejan rastro de vida.

TRES: LA BATALLA DE LOS SINDICATOS OBREROS
Es verdad, como decían los clásicos, que cada época tiene su afán. Pocas dudas quedan ya sobre qué es lo que preocupa, interesa y busca la derecha económica y política de España en el momento presente: el debilitamiento definitivo de los sindicatos, o dicho a la manera de la inefable Margaret Thatcher, doblarles el espinazo, hacerles morder el polvo (aunque sea polvo enamorado), destruirlos.
Curiosamente, los sindicatos obreros españoles no solo son vistos con desprecio por sus enemigos naturales, sino que quienes debieran ser sus principales valedores, los obreros, los campesinos, los empleados, muestran un desapego producto sin duda de errores propios pero también, y sobre todo, de una larga historia de silencios y olvidos. UGT y CCOO fueron los principales defensores de la democracia durante la Transición política española, luchando sin descanso contra quienes pretendían reformar simplemente el franquismo, pero nunca les llegó ese reconocimiento y hoy los libros de historia les niegan su protagonismo en aquella generosa entrega. Pero ahora no se trata de hablar de historia sino de defender derechos democráticos que están en peligro debido a las leyes que ha aprobado y seguirá aprobando el Gobierno de la derecha. Leyes que el PP ocultó a los ciudadanos durante la pasada campaña electoral pero que ahora pretende aplicar con mano de hierro; leyes que remiten al siglo XIX, a la desprotección laboral, a la pérdida de derechos que van desde los convenios de empresa hasta la jornada de trabajo, pasando por el tipo de contratos y por supuesto por las fórmulas de despido. Así las cosas, ahora se trata de responder con la misma contundencia, y esa respuesta solo podrán darla los trabajadores a través de los sindicatos, pese a sus carencias, pese a todo. Atentos.

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