martes, 11 de junio de 2019

Ante el fallo del Premio Princesa de Asturias de la Concordia

SOBRE LA BRIGADA DE SALVAMENTO MINERO


Por Pedro Alberto Marcos

Esta semana se decide el Premio Princesa de Asturias de la Concordia y como muchas otras personas y colectivos semanas atrás he dado mi apoyo a la candidatura de la Brigada de Salvamento Minero, una propuesta impulsada por el Montepío de la Minería. 
Al final del breve texto que envié a quienes animan a este objetivo decía así:

"(...) Desde los ojos de la infancia, los de la Brigada de Salvamento eran seres extraordinarios que intentaban salvar las vidas de sus compañeros en condiciones muy difíciles. Pero fue luego, cuando como periodista me tocó informar sobre muchas tragedias ocurridas en las minas de carbón y en los chamizos, cuando de verdad comprendí su importancia y significado.
El Premio Nobel de Literatura Albert Camus habló de los mineros asturianos como cíclopes que salían de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo y, siendo eso cierto en 1934, así como posteriormente durante el franquismo, creo que los miembros de la Brigada de Salvamento son hoy el símbolo más auténtico y representativo de aquellos viejos cíclopes".

Y es que al margen de otras consideraciones, sin duda muy legítimas pero que no vienen a cuento, creo que ese Premio a la Concordia  para la Brigada sería el justo reconocimiento nacional e internacional a una labor de muchos años que quienes nos sentimos parte de la cultura minera conocemos muy bien.
Gran parte de mi familia asturiana ha estado ligada, de una u otra forma, a la industria del carbón: Mi abuelo paterno, Manuel Marcos Rosa, emigró desde el norte de Portugal para venir a Asturias y trabajar en una mina de carbón; mi padre, Emilio, fue picador en el pozo "Sotón" hasta que enfermó de silicosis; muchos de mis tíos, primos, vecinos y antiguos compañeros de escuela e instituto, han sido también mineros; mi mejor amigo -se llamaba Blas- y uno de mis tíos -José María Marcos- murieron en sendos accidentes en el interior de una mina; y como corolario he de añadir que los primeros quince años de mi vida se desarrollaron en un entorno impregnado hasta lo más profundo de esa cultura minera, pues la casa de mis padres estaba a apenas cien metros de una explotación minera, el pozo "Venturo", situado en El Valle de La Güeria, en San Martín del Rey Aurelio, precisamente el lugar en el que nació empresarialmente la explotación del carbón asturiano hace ahora 150 años con la mina Les Etelvines. 
Como apuntaba en el texto de apoyo, las circunstancias vitales y profesionales me llevaron a trabajar e informar sobre muchas circunstancias que de una u otra forma conformaron la historia dela industria minera asturiana en su etapa final, ya fuesen negociaciones de convenios colectivos, huelgas, manifestaciones, planes de futuro o simple y llanamente cierre de pozos; pero sobre todo puede volver a vivir de cerca algo que había formado parte de mi infancia, los accidentes en las minas, que aún hoy, pasados tantos años, aún acumulan en la memoria situaciones de extrema dureza, con horas, días y hasta semanas de angustiosa espera cuando tenía lugar en la mina un derrabe, una explosión de grisú, o cualquier otra circunstancia, sin saber nunca si habría o no supervivientes, cuántos los heridos, los muertos, las viudas y los huérfanos.
Es en ese contexto en el que desde un principio surge un nombre que conseguía aunar todas las fuerzas y esperanzas posibles ante la tragedia anunciada: la Brigada de Salvamento.
Cuando mi amiga y colega María Jesús Díez dirigía el suplemento dominical del diario La Nueva España me animó muchas veces a realizar reportajes de historias que ella sabía me interesaban muy especialmente -confianza por la que le estaré eternamente agradecido-, y así fue que escribí, entre otros, el titulado "Brigada de Salvamento Minero: Descenso a los infiernos", que se publicó en febrero del año 1990. Ahora, casi 30 años después, he podido recuperarlo de una raída carpeta roja en la que conviven silentes algunas cosas importantes, tal vez las que mejor le identifican a uno. Y tras la memoria escrita, un deseo: que el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2019 se lo concedan a la Brigada. Atentos.



                 




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