viernes, 22 de noviembre de 2013
VUELVE LA GAUCHE DIVINE?
Me dice un amigo resabiado y cabroncete que ha vuelto esa "izquierda divina" eternamente ensimismada, entusiasta a más no poder de pasarse las horas "reflexionando" (sic) sobre lo pijo que es todo el mundo que pulula a su alrededor; lo incultos que se han vuelto nuestros sindicalistas, los pobres, ignorantes ellos de que la clase obrera ya nunca podrá alcanzar el paraíso; y qué decir de esos tontoslababa que a estas alturas del negocio se comprometen a militar en un partido político -"hasta marcharse"-, con lo bien que queda escribir desde la equidistancia artículos y libros, esbozar ensayos que nunca son capaces de finalizar, claro; presentar conferencias de relumbrón, debatir con una birra en la mano sobre el eterno intríngulis de los "encabalgamientos poéticos", y actos creativos similares que tanto ayudan al desarrollo científico-técnico, tal y como nos aconsejaba la abuelita Marta Harnecker.
Toda esa caterva, tras sumirse durante un tiempo en el desconcierto al descubrir que la derecha española está dispuesta a cobrarse los réditos de una larga etapa bajo la égida del socialismo realmente existente, no ha dudado en desempolvar los ropajes viejos de papá; los efluvios de las noches salvajes que el hermano mayor arrastraba de madrugada a la habitación compartida; y hasta los tics del tío raro que regresó de París con el entrecejo fruncido al descubrir una triste realidad: que ni nosotros, los de entonces, ni tan siquiera ellos, los de ahora, somos ya los mismos.
Bienvenidos sean, pues, a esta realidad preñada de sinsustancias oníricas; de opinantes circunspectos que arrasan todas las esquinas del ciberespacio con sus homilías plúmbeas; y de trapisondistas que votan a un partido y se cobijan en otro (¡lo hemos visto tantas veces ya!) bajo la disculpa de que tienen que sobrevivir.
Tan solo una recomendación, que además de seguir tocando los cojones con sus juegos florales para estar aquí, allá y acullá, y no perder comba, bien podrían echarle algo de humor a la cosa, ser... cómo decirlo..., menos estiradinos y dejar que la sonrisa aflore de vez en cuando. Un suponer, imitando a Albert Einstein quien pese a sobrellevar sobre sus hombros una pesada carga histórica universal nunca dudó sobre el papel inconmensurable de las pantuflas.
lunes, 4 de noviembre de 2013
EL ZORRO ROJO (según Paul Preston)
El político asturiano Santiago Carrillo murió en septiembre de 2012 y tan solo seis meses después salía a la venta el libro de Paul Preston titulado "EL ZORRO ROJO". Ciertamente, a eso se le llama rapidez, instinto editorial, o sentido de la oportunidad, aunque también alguien pueda hablar de oportunismo. Vale. Dado que Preston goza de reconocido prestigio como historiador de la guerra civil española me pareció razonable darle un margen de confianza pese a que otros trabajos suyos recientes, caso del libro dedicado al Rey Juan Carlos I, tiendan más a la lisonja que a profundizar sobre algunos asuntos que aún permanecen guardados bajo llave. Pero ya digo, como al historiador nacido en Liverpool se le suponen la profesionalidad, las ganas y los medios para analizar a un personaje tan poliédrico como Carrillo, me adentré sin más en las vicisitudes de ese a priori sugerente "zorro rojo".
LA ALEGRE DESTRUCCIÓN
DE UN MITO DEL ANTIFRANQUISMO
Aún reconociendo el esfuerzo del amplio equipo de asesores e informadores (con el añadido de algún que otro chivato ocasional), así como la capacidad de Preston para moverse con soltura ante problemas de tanta enjundia como los diversos "ismos" que han acompañado el discurrir de la aventura comunista durante el siglo XX (leninismo, estalinismo, trostkismo, titismo, etc) el libro deja en evidencia una dato fundamental apenas se llevan leídas treinta páginas: para el historiador inglés hay pocas dudas de que Carrillo era un personaje ambicioso, oportunista, carente de principios y que no dudaba en traicionar a camaradas y amigos, e incluso, como es bien sabido, a su propio padre.
Así las cosas, el libro va deslizándose poco a poco por una pendiente en la que apenas si surgen pequeños obstáculos (de reconocimiento), con el objetivo de destruir por completo al personaje humano tras el que siempre emerge el político trapisondista y taimado. En ese sentido quizás deberían reconocérsele a Preston algunas de las actitudes poco edificantes que él mismo utiliza en la condena a Santiago Carrillo.
¿ERA EL PCE UN NIDO DE
ROJOS AMBICIOSOS
E INCOMPETENTES?
Aún reconociendo que la ideología comunista se vio sometida por el devenir de la historia a mil y una insuficiencias y contradicciones, e incluso a errores que arrastraron consigo tragedias deleznables (Stalin, Pol Pot, etc) resulta totalmente injusto descalificar el papel jugado por el PCE tras convertirse Santiago Carrillo en uno de sus jóvenes dirigentes durante la guerra civil, o cuando años más tarde, ya en la etapa clandestina, fue elegido secretario general.
Los posibles celos, miedos y ambiciones de un equipo dirigente nunca pueden llevarse por delante la capacidad de sacrificio, la generosidad y la honestidad personal de miles de militantes comunistas que, ignorando los posibles tejes manejes de sus referentes antifascistas exiliados, luchaban en España contra la dictadura, sufriendo una represión jalonada de despidos laborales, torturas, cárceles y hasta muerte. No me cabe la menor duda sobre el carácter autoritario de Carrillo, tampoco sobre su increíble capacidad para desdecirse de cualquier verdad inmutable con el mismo vigor e ímpetu con la que antes la defendía. Pero resumir todo su bagaje político en que era una puta mierda, y sobre todo dejar que el personaje se lleve por delante lo que significó el PCE en la lucha por la libertad de este país es algo que ninguna persona de bien puede aceptar.
DOLORES, PERLORA,
HISTORIAS QUE VUELVEN
PORQUE QUIZÁS NUNCA SE FUERON
Un último apunte. Mi opinión sobre este asunto no tiene nada que ver con las legítimas reflexiones que algunos teóricos pueden hacer sobre Carrillo, el PCE y el libro de Preston. Conocí al personaje poco después de su regreso del exilio y durante más de un año le acompañé siempre que venía a Asturias. Viví en primera persona la petición que le hizo la organización comunista asturiana para que dimitiese Dolores Ibárruri: Carrillo dio un "sí" inicial, convertido luego en "no" rotundo cuando le vio las orejas al lobo y sin sonrojarse un pelo terminó echándoles la culpa a los "que querían destruir a Dolores". También estuve presente en la conocida como "crisis de Perlora" en la que sin estar presente, el secretario general del PCE quiso liberarse de los llamados "picos de oro". Luego, pasados los años, convertido ya el viejo líder en un "opinador" profesional tuve oportunidad de entrevistarle en dos ocasiones.
Así las cosas, creo que este "Zorro Rojo" rezuma tanta inquina que resulta de escaso interés incluso para quienes llegamos a intuir hasta dónde estuvo dispuesto a llegar Santiago Carrillo para mantener su poder dentro del PCE tras el regreso del exilio, o posteriormente el lugar que él creía merecer en la historia de la tan discutida Transición política de la dictadura a la democracia.
Nota.- Después de leer el libro quise revisar algunas declaraciones de Carrillo y me vino entonces a la memoria una historia que fue muy comentada durante los primeros años de la Transición cuando la extrema derecha escupía bilis por las paredes del metro de Madrid con pintadas en las que se anunciaba: "Vamos a matar al cerdo de Carrillo". Afortunadamente, y a diferencia de Preston, el ácrata de turno tenía sentido del humor y escribió debajo: "Cuidado Carrillo, te quieren matar al cerdo".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)