martes, 17 de abril de 2012

TEATRO, PURO TEATRO O EL CÍRCULO INFERNAL

PRIMER ACTO.- Hay asuntos de los que no suele hablarse, y menos aún escribirse, porque no forman parte del argumentario allí donde se decide qué es lo que importa en las sociedades y cómo desarrollar las acciones oportunas para llevarlo a cabo. Cuando hay aparente bonanza social esas decisiones llegan además avaladas por el entusiasmo cómplice de los beneficiarios o cuanto menos con su silencio, dando así cierta carta de naturaleza a unas relaciones muchas veces complejas cuando no inconvenientes. Un suponer, el teatro, esa vieja aventura creativa del ser humano con la que éste ha intentado recrear por igual sus miedos y entusiasmos. No sé si será de público conocimiento que el teatro profesional, es decir, aquel que sirve no solo para pasar el rato sino también para subsistir dignamente de igual forma que puede hacerlo un profesor de instituto, un albañil o un fontanero, ese teatro profesional digo, goza en Asturias de una pésima salud desde hace mucho tiempo, demasiado. ACTO SEGUNDO.- Por circunstancias que no vienen a cuento tuve la fortuna de vivir desde dentro el desarrollo del teatro independiente surgido en esta tierra a finales de los años sesenta y posteriores del pasado siglo, cuando la profesionalidad aún era un sueño en medio del entusiasmo liberador que atesoraba aquel esfuerzo; éramos ciertamente muy jóvenes, impetuosos, excesivamente crédulos tal vez, pero había algo esencial que ni los fracasos ni las decepciones consiguieron derrotar nunca: la emoción de compartir otras vidas, sentimientos que no nos eran propios para recrearlos luego frente al público. Teatro. Siempre he defendido por convicción pero sin una pizca de nostalgia que aquel tiempo de atraganto mereció la pena porque a muchos de nosotros nos enseñó a ser partícipes de lo colectivo frente a la soledad social e intelectual que propiciaba el viejo régimen nacido de una trágica guerra; también por agradecimiento hacia muchas personas que actuaron entonces con una generosidad sin límites y cuyo rastro ha ido borrándose por la evidente y al parecer inevitable fragilidad de la memoria. TERCER ACTO.- Llegó luego un tiempo de transito, de cambios, en el que algunos arriesgaron para convertir el amateurismo en una profesionalidad plena, comprometida, conscientes de que el discurso meramente reivindicativo del teatro independiente debía dar paso a otra etapa en la que la dignidad del teatrero no solo quedase a salvo sino, y sobre todo, pudiese ser un acicate para dar el impulso definitivo y normalizar así el trabajo de las compañías profesionales. Pero ahí surgieron las primeras dudas, y no precisamente en el mundo del teatro sino entre muchos de los que estaban llamados a actuar como intermediarios en el trayecto, es decir, los políticos que acababan de llegar a las instituciones democráticas (Ayuntamientos, Diputación, y Parlamento Regional). En parte, podría considerarse un proceso normal dado que la incomprensión que existía entonces hacia la cultura era consecuencia directa de un pasado preñado de miedos y autoritarismo, algo que afortunadamente pudieron combatirse con la complicidad de diversos sectores, entre ellos el periodístico, pero sin poder evitar por completo algunas tronantes actitudes despóticas y las prohibiciones taimadas. ACTO CUARTO.- Y los años fueron pasando, algunas canas fueron apareciendo ya en las cabezas de los teatreros, al tiempo que los políticos democráticos le tomaban gusto no solo a lo que les era propio, hacer política, sino que en determinados casos se animaron lo suficiente hasta convertirse en "gestores culturales" de tal forma que algunos mochuelos nos fuimos a nuestros olivos de origen conscientes de que algunas batallas estaban ya perdidas. Los planteamientos de las compañías profesionales fueron ocupando cada vez un menor espacio en la agenda política mientras que avances tan limitados como la puesta en marcha de un raquítico Instituto Regional de Teatro era presentado como el no va mas de la modernidad. Un día se lo pregunté a quien mandaba en el negocio cultural: "Oye, fulano ¿para qué queréis un Instituto si los teatreros que salgan de él no van a tener trabajo?". Su respuesta resumió perfectamente el grado de insensatez que adorna a algunos representantes públicos: "¡Hombre, por Dios! ¿y tú me lo preguntas?... eso es una herencia de los errores del pasado, lo mejor sería cerrarlo y dedicar el dinero a otra cosa, pero ya sabes, dices que lo cierras, te montan una huelga o cualquier movida semejante, y ya tenemos lío para una temporada. No, no, mejor dejarlo así, a su aire, sin que moleste demasiado". QUINTO ACTO.- Hace nada, apenas unas semanas atrás cuando Asturias vivía la tragicomedia -muy poco teatral por otra parte- de unas nuevas elecciones autonómicas leí un artículo de opinión publicado en la prensa regional por Arturo Castro, de la Compañía de Teatro "Margen", una de las treinta que luchan por dignificar desde la profesionalidad esta actividad artística, y que en el caso de "Margen" significa un esfuerzo continuado de nada más y nada menos que 35 años. Sí, han leído ustedes bien, 35 años desde que estrenaron "Y los cíclopes salieron de las entrañas de la tierra para asaltar el cielo" rememorando la Revolución de Octubre del 34. ¿Y qué decía Arturo Castro en su artículo? ¿alguna novedad? ¿algo distinto a lo que puede encontrarse en cualquier reseña teatral publicada en la prensa de los años 1980, 1992 o 2007? Pues no. Arturo hablaba de lo de siempre, de lo sabido, y prácticamente con las mismas palabras que muestran el asedio sufrido por el teatro profesional: abandono, desprecio, olvido y desconocimiento; que no existe en Asturias un política teatral; que ante la total ausencia de la iniciativa privada es la administración regional el único cliente potencial de las compañías de teatro pero que está desaparecida; que existe un intrusismo galopante propiciado además desde las instituciones cuyo fin es cumplir y hacer cumplir las leyes; en resumen, que el teatro profesional asturiano está ante una situación de gravedad extrema y que tantos años de trabajo, de esfuerzos, y de sacrificios no se merecen este círculo infernal, no.

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