martes, 24 de abril de 2012

UNA NUBE NEGRA... ¿SÓLO SOBRE HOLANDA?

Cuando la hija de Jean-Marie Le Pen levantó la otra noche su mirada hacia el cielo infinito para agradecer ese 17,9 % de votos conseguidos en la primera vuelta de las elecciones a la Presidencia de la República francesa apenas si pudo reparar que a su lado, en actitud contrita, estaba en espíritu el hiperactivo Sarko intentando guiñarle un ojo sin que Carla Bruni se mosquease. El amor siempre ha sido algo misterioso, sí: ahora te quiero, mañana te desprecio y ¿quién sabe, mi vida, cielito, lo que ocurrirá entre nosotros cuando el cambio climático suba las aguas del Atlántico hasta el monte Gorbea?. Pero el devenir de los pueblos, de las culturas, la existencia misma de un individuo anónimo que a esta hora pasea por cualquier calle de la vieja Europa, no dependen tanto del amor contrito como de las corrientes de opinión que van generándose poco a poco por doquier. Por cierto, a mí me dio una vez una corriente de nada, puro aire contaminado dijeron, y no vean la flojera que pillé, así que comprenderán bien la desconfianza.
LA EXTREMA DERECHA COMO SÍNTOMA
Al parecer la corriente de moda en Europa es la extrema derecha, o sea grupos de personas que abominan de la democracia representativa y por tanto de los partidos políticos, pero también de los sindicatos y de las organizaciones populares; son al parecer gentes muy muy cabreadas que poco a poco van llevando hasta los parlamentos a representantes que no defienden en sus programas electorales cuestiones tan estúpidas como mejorar la sanidad y la educación públicas, dar protección a las personas mayores, promocionar el conocimiento y la libertad cultural, animar al cooperativismo o defender criterios solidarios, y es que para la extrema derecha eso son..., cómo decirlo coloquialmente..., antiguallas, tonterías que solo sirven para demostrar que los políticos tradicionales no tienen "lo que hay que tener". En esos grupos emergentes de un buen número de países europeos lo que prima es la lucha contra el inmigrante, sin que importe mucho su origen pero sí su condición: bien sabemos que la pobreza siempre ha sido sospechosa; luego todo se enmascara con otras desafecciones, unas religiosas, otras sexuales, o simplemente estéticas, pero enlazando siempre con lo que fueron las esencias del fascismo y del nazismo del siglo XX. Si algo hay que reconocerles a estos radicales de derechas es su fidelidad a un catecismo ya escrito, conocido y experimentado en millones de personas: tanto antes como ahora lo reflejaban en su odio al diferente, un suponer al negro cabrón, que seguro que es homosexual, o al árabe hijoputa y terrorista.
LA MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE
Otro sí. En gran parte de Europa están jugando un papel esencial cuestiones como la crisis económica, la pérdida de puestos de trabajo, la proletarización de las clases medias, y como corolario el derrumbe del llamado Estado del Bienestar. Es verdad que en ese contexto la derecha europea tradicional y gobernante juega con cartas marcadas, unas veces protegiendo directamente los intereses de sus amados banqueros, y otras apoyándose en "la independencia" y "la profesionalidad" de una panda de técnicos y expertos -fundamentalmente abogados y economistas- que a la hora de la verdad no son otra cosa que vulgares empleados de quienes manejan la especulación monetaria en sus diversas vertientes. Pero todo ese juego, sin duda aburrido para los amantes de las emociones fuertes, no es nada frente al arrojo y valentía de la actual extrema derecha europea. Ellos son los auténticos revolucionarios del momento presente, sí; su cinismo político está avalado por una educación de nivel medio/alto -gracias a ese Estado del Bienestar que tanto desprecian- y saben utilizar muy bien la manipulación del lenguaje. Unos breves ejemplos quizá resulten muy descriptivos al respecto: La extrema derecha de Suecia se presenta como "El Partido de los Demócratas" (5,7 % de los votos en el Parlamento); sus homólogos de Dinamarca se hacen llamar "El Partido del Pueblo" (tercera fuerza política del país); en Finlandia, reafirmando su pureza nacionalista son "Los Verdaderos Finlandeses" (19 % de votos); en Austria y Holanda la extrema derecha comparte un mismo nombre: "El Partido de la Libertad", con los austriacos atesorando el 27 % de los votos en la ciudad de Viena, mientras que los holandeses son ya la segunda fuerza política nacional; en Suiza, más contenidos en la nomenclatura, se conforman con despistar a los incautos llamándose "La Unión Democrática del Centro". ¿Merece la pena explicar más?
¿UN REGRESO A LOS AÑOS TREINTA DEL PASADO SIGLO?
Además de esa manipulación del lenguaje, la extrema derecha europea utiliza a fondo otro argumento de viejas resonancias históricas en occidente: el miedo de los sectores obreros (antaño fieles votantes de izquierdas) ante una crisis que les está haciendo retroceder varios decenios en calidad de vida, quedándose sin trabajo y sin perspectivas ni para ellos ni para sus hijos. Los años treinta del pasado siglo XX vivieron una experiencia muy parecida: crisis económica internacional, ausencia de políticas que ayudasen a fortalecer la democracia, radicalización extrema de las ideologías, y unos gobernantes más interesados en defender sus posiciones nacionalistas que en hacer frente a los emergentes fascismo y nazismo de Italia, Alemania y Austria. Hoy es muy difícil que vuelva a darse un enfrentamiento similar, entre otras razones porque el comunismo de entonces ya no existe, sin embargo la extrema derecha europea ha encontrado un hueco inesperado en la falta de visión de los pomposamente llamados "estadistas europeos", en su permanente obsesión por evitar a toda costa (sanidad, educación, investigación, etc) los déficit. Como desde las altas instancias capitalistas se plantean esta situación como una batalla contra las actitudes enojosamente "socializantes" de países como España, Grecia, Portugal, Irlanda e Italia -que, la verdad, ya son ganas de exagerar-, es muy probable que en cinco o seis años ese plan alcance sus objetivos militares, si bien ya lo es menos que quede mucha gente para poder contarlo entonces sin dedicarles un solemne corte de mangas a tanta lumbrera que anda por ahí suelta.
UN OBJETIVO DE LA EXTREMA DERECHA: CONVERTIRSE EN LOS AUTÉNTICOS ANTISISTEMA
¿Resultado de este abracadabra? Que contrariamente a lo que pregonan los conservadores los auténticos antisistema de hoy no son esos grupos de anarquistas perroflautas que atropan las calles cada vez que se reúne el sanedrín del capitalismo financiero internacional, sino una extrema derecha que esta haciendo todo lo posible por impedir un desarrollo democrático y progresista de Europa, por desacreditar a sus gobiernos nacionales y por hundir en la miseria cualquier intento de racionalización política. Véase sino lo que acaba de ocurrir en Holanda, donde los liberales gobernantes han renunciado a seguir liderando el país porque sus aliados de la extrema derecha se niegan a aceptar las normas presupuestarias de la Unión Europea. Ese partido radical holandés, el Partido de la Libertad, resume perfectamente el nuevo estilo que adorna a los fascistas: es una organización que no tiene afiliados, que no celebra por tanto congresos para elegir a sus dirigentes y que simplemente está a las ordenes de un personajes racista, xenófobo y autoritario llamado Geert Wilders. Su enemigo mortal son los musulmanes, sí, pero en el camino hacia la eliminación de la chusma consideran necesario destruir el sistema democrático europeo, no le sirven reformas, sino una destrucción total. La chica Le Pen, en Francia no distingue entre musulmanes y negros, pero también quiere liderar la lucha antisistema, presentándose como la única alternativa frente a los "viejos" partidos democráticos que dirigen Europa. Unos y otros, daneses, suecos, belgas, noruegos, finlandeses, húngaros, suizos, austríacos y franceses, promueven esa nube negra que hoy cubre Holanda y que poco a poco va extendiéndose por doquier. Y como con las nubes negras siempre suele llegar la lluvia habrá que sacar los paraguas, entre otras razones porque el amor (político) no conoce fronteras, y los conservadores, llámense Sarko o Merkel, llegado el momento no suelen hacerle ascos a esa extrema derecha fascista, racista y xenófoba con tal de impedir una salida progresista a la crisis.

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