domingo, 21 de febrero de 2021

 HORACIO FERNÁNDEZ INGUANZO: 

la foto de la libertad

 

por Pedro Alberto Marcos




                             foto de Horacio realizada por P.A.M.



Junio de 1976. Aquella tarde hacía más bochorno del habitual y estaba solo en mi casa cuando el teléfono sonó con insistencia dos veces, pero hasta la tercera no hubo respuesta, tal como teníamos acordado. 

- ¿Sí? ¿Quién es?- 

- Hola. Sólo es para avisarte que ya llegó tu encargo así que puedes pasar a recogerlo cuando quieras-

- ¡Ah, qué bien! vale, vale, voy en cuanto pueda- Y colgué. 

 

Algunos jóvenes de entonces, además de estar encabronados por el ambiente que se respiraba, éramos también un poco peliculeros, aunque con su punto de razón tal como se las gastaban las autoridades franquistas, pese a que ya no estuviesen tan “prietas las filas” ni tan “impasible el ademán” tras la muerte del dictador seis meses antes. La conversación significaba que tenían que darme un recado, pero como estábamos seguros de que mi teléfono particular estaba controlado por la policía lo más conveniente era que llamase yo desde una cabina, desde la calle. Y así lo hice. El mensaje fue entonces breve y claro:

-Mañana por la tarde nos vemos a las seis en la sidrería Moadafe, en Riaño (1). Lleva la cámara de fotos porque es importante- Me dijo el comunicante.

Todo era necesariamente secreto entonces pero no obligatorio y como me picaba la curiosidad aquella misma noche quedé con un colega de confianza en Oviedo después de pasar por “Asturias Semanal” y dejar mi artículo. Nos fuimos al “Garal” a tomar unos vinos blancos con azúcar y allí le dimos cuerda al asunto.

 

- ¿Te han dicho algo de un bar de Langreo que se llama el Moadafe?- Pregunté.

- Sí y no. El sí es que el partido va a seguir con el criterio de que poco a poco vayan saliendo a la luz los nombres de los dirigentes más significados y demostrar así que somos, con mucho, la izquierda que va a cambiar las cosas en este país. Mañana vas a conocer a un personaje que es toda una leyenda. Y el no es muy simple: no puedo decirte su nombre porque a mí, no sé por qué cojones, no me han invitado, aunque sospecho quien es. ¿Y sabes la razón de tanta tontería? porque estamos en las manos de dirigentes que por un lado todavía creen estar en París, en Bucarest o en Moscú y por otro consideran que los que estuvimos aquí aguantando mecha somos unos mindundis. Que les den- 


No hace falta decir que mi colega no sentía mucho entusiasmo por la vieja guardia del partido llegada del exilio, posiblemente más como producto de ambiciones personales que de un ponderado análisis, pero solía acertar en sus predicciones y eso me hacía contar con él para desentrañar algunos misterios. 

-Vale, entiendo el mensaje. Tú sabes a quien voy a conocer mañana pero no quieres decírmelo porque la vieja guardia no te ha invitado. Te estás haciendo mayor, colega, y eso solo se cura con el bebercio. ¡Camarero, otros dos vinos!

 

El día de autos amaneció con ese sol de junio que pronto se te pega al cuerpo y mientras desayunaba le di un repaso a la prensa por si había alguna pista sobre el enigmático personaje que iba a conocer aquella tarde, pero como no hubo caso decidí preparar los rollos y la cámara antes de irme a trabajar a la emisora. A media mañana surgió de pronto la sorpresa de manos de quien menos imaginaba, un veterano comunista con mando en plaza al que me encontré en la calle cuando iba con mi grabadora camino del ayuntamiento.

 

-¡Qué hay chó!... Creo que esta tarde nos vemos en Riaño ¿no? Acuérdate de llevar la cámara de fotos- se le notaba contento y más locuaz que de costumbre.

-Claro, claro. Por cierto, vaya cuanto secretismo ¿eh? Ni que fuera a conocer a Santiago Carrillo o a la Pasionaria- 

-Todo se andará, todo se andará, no te preocupes - y luego, acercándose a mí susurró- El Paisano, vas a conocer al Paisano.

 

Me quedé de piedra. Suponía que tanto misterio para aquella puesta en escena tenía que corresponderse con alguien al que el partido le daba especial importancia, pero el nombre de El Paisano, que era como se conocía tanto en los ambientes políticos como en las comisarías a Horacio Fernández Inguanzo, no me lo esperaba. De pronto sentí la angustia de quien tiene que hacer algo muy importante y no está seguro de nada. ¿Se atascará la cámara? ¿Los rollos estarán bien? ¿Habrá suficiente luz? ¿Podré evitar los reflejos? Yo no era fotógrafo profesional, era periodista, pero en aquel tiempo tenías que hacer de todo y de pronto iba a enfrentarme a un reto que posiblemente no volvería a repetirse nunca más: la primera foto en libertad de un mito de la lucha antifranquista, de un hombre que por sus ideas se había enfrentado durante años contra la dictadura sufriendo todo tipo de penalidades: la soledad, el frío, el hambre, la indefensión, los juicios manipulados y las cárceles. Para incrementar aún más mis temores, apenas llegué aquella tarde al lugar de la cita un pope del partido hizo un aparte conmigo y al tiempo que subía su mirada hacia aquel sol de justicia que nos acompañaba, me dijo qué iban a hacer con mis fotografías “por decisión de arriba”: podía sacar las fotos que me diera la gana pero una, especialmente una, debía ser solo de Horacio. Aquella foto iba a tener un doble objetivo, mostrar por vez primera su rostro a los militantes y a los ciudadanos tras salir de la cárcel (aunque en realidad todavía era provisional), y hacer cientos de copias para venderlas y conseguir ingresos económicos de los que la organización estaba tan necesitada. 

 

Seguro que me tembló el pulso, pero afortunadamente la cámara no falló y pude hacer la foto símbolo de un tiempo nuevo que a través de Horacio, El Paisano, retrataba la por entonces aún incipiente libertad.

 


                                                 Algunos datos biográficos 

[Siendo aún muy joven, Horacio comienza a trabajar como cantinero en la estación de ferrocarril Vasco-Asturiano en Oviedo, al mismo tiempo que, como alumno libre, comenzaba sus estudios de magisterio. Siendo afiliado a la Unión General de Trabajadores (UGT), el estallido de la guerra de España le sorprende en Pola de Gordon, alistándose de inmediato como voluntario para ir al frente. Poco después ingresará en el Partido Comunista de España (PCE).

Tras la caída de Asturias en manos de los golpistas sublevados, en 1937 es encarcelado y condenado a muerte. Tras casi un año en la cárcel de El Coto, en Gijón, se le conmuta la pena y es puesto en libertad en 1943. Horacio asume a partir de entonces diversas tareas relacionadas con la dirección política de su partido, llegando a ser elegido Secretario general del PCE en Asturias.

En 1945 vuelve a ser detenido y nuevamente enviado a prisión donde permanecerá hasta 1954, año en el que aprovechará su libertad para alternar diferentes trabajos, sobre todo como profesor de clases particulares y agente comercial, actividades que le permiten desplegar una constante labor clandestina en Asturias.

Tras la huelga minera de 1958 se exilia en Francia. Al cabo de un tiempo, conocido ya como "el Paisano", vuelve a la actividad clandestina en España para organizar la actividad política de su partido.

En 1969 es detenido en Mieres y ya permanecerá en la cárcel hasta mayo de 1977, momento en el que iniciada ya la Transición hacia la democracia el Gobierno de la UCD decreta una Ley de Amnistía]



      Horacio en su primera aparición pública tras quedar en libertad acompañado de jóvenes militantes comunistas de Langreo (foto de P.A.M.)

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(1) La cantante asturiana Marisa Valle Roso recordaba recientemente con emoción el Moadafe, el restaurante que sus abuelos paternos tuvieron durante muchos años en Riaño (Langreo) y donde sus padres trabajaron: "Allí se celebraban bodas y comuniones. Era también sidrería y tenía una pumarada inmensa con columpios y bolera" (declaraciones realizadas a Pablo Antón Marín Estrada durante una entrevista publicada en El Comercio el 17 de mayo de 2020) 


                                      



 



 

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